Tuesday, December 21, 2010

Xochimilco Airways (o los caminos aéreos de Xochimilco)

Las lágrimas que emergen y ruedan por las mejillas de Jamiro bien podrían, poco a poco, llenar la pequeña embarcación y llevarla al fondo del oscuro canal por el que ahora navega. Sus manos, hechas de los nudos que su oficio de remero le han dejado, se deslizan una y otra vez como desde hace tantos años por el largo y mojado tronco que impulsa su pequeña embarcación al tocar el fondo lodoso y quizá tan lleno de secretos como de emociones su corazón inflamado. El llanto es un gran torrente de lamentos y sollozos que forman una cascada interminable y tan pesada para el corazón que muchas veces lo horada y lo destroza, Todo esto y más puede causar, sin duda alguna sépase bien, una mujer maravillosa para alguno, en este caso Jamiro, en su reducido y humilde territorio corporal. Por qué no es él el que está con ella en vez de ese otro que ni sus reducidas virtudes de hombre bien responsable y trabajador posee, que ni sus eternos y sinceros sentimientos le ofrece y pone a sus pies, sino que con complejos ardides la ha llevado lejos de él. Ni si quiera aquél ha adornado como éste su embarcación con el nombre de aquella hecho de flores en el panel de enfrente. Malditas sean las virtudes superficiales que lograron que ella viera a un majestuoso rey en aquél cobarde embustero. La luz de la Luna, y la de una vela son las únicas que a lo largo de canales serios y callados que contemplan la pequeña embarcación acompañan a Jamiro, Choca esta luz danzante, aunque de vela luz también, contra su cara de incrustaciones de diamantes líquidos y quizá, gracias a su superficie cristalizada, manda por ahí en la superficie del agua donde navega, en las hojas de los durmientes árboles, algunos destellos cargados de infinita tristeza. Al menos no hay viento ni nada que se le parezca, la noche tan sólo se alimenta de sonidos acuáticos, los de las mejillas de Jamiro que se exprimen y se lamentan y la de las gotas de agua montadas en el tronco que sirve de impulso a la embarcación. Se acerca Jamiro a una gran nube de niebla que duerme ahora sobre el camino, Esta noche decidió bajar un poco de las alturas y posar sus blancas extremidades de vapor de agua sobre el canal, Con la Luna es también una nube de apariencia fantasmagórica y de cierta forma brillante, un pedazo de cielo posado sobre el pequeño canal, y después de un par de metros de tristeza y de esfuerzo físico combinado Jamiro se interna poco a poco en la nube, las formas que apenas se distinguían en la noche, poco a poco dejan de distinguirse del todo y se pierden en una marea blanca de vapor un poco tibio, Por lo menos sirve a Jamiro para entretenerse, no es común que las nubes decidan dormir sobre el canal, y ahora será necesario poner un poco más de atención en el camino para impedir que la ruta se pierda, la embarcación, aunque pequeña, podría chocar con la orilla y enredarse en las raíces de plantas acuáticas y de árboles cercanos, algo de esfuerzo extra sería necesario y el tiempo perdido tan sólo causaría a Jamiro un poco de enojo, y éste combinado con tristeza traería como resultado lo que se llama desesperación, Uno nunca sabe lo que esta señora de pelos parados y de piel de cochino pueda causar en la mente de un hombre que ahora siente que navega sin sentido ni esperanza. Sin embargo las líneas de la orilla no se muestran ni a derecha ni a izquierda, el camino parece ser el correcto, La nube durmiente se extiende ya a lo largo de varios minutos de navegación y no desea todavía tener un fin ni salir de esta historia, Jamiro sin embargo, se preocupa ahora por haber perdido la noción de la distancia y quizá hasta del tiempo, por lo que acelera un poco el paso con el fin de salir tan pronto como sea posible de aquella nube que ya le provoca un cierto tipo de claustrofobia a la que Jamiro llamaría tan sólo “mucho miedo de estar encerrado”, Pero he aquí, en el clímax de este miedo cuando un puntito de luz aparece arriba en el horizonte, es una estrella, quizá la más brillante en el cielo de esta noche, eso significa que por fin el dominio de la nube está por terminar, Jamiro saldrá pronto de ella, tomará un par de segundos para reubicarse y poder con toda tranquilidad, hundirse de nuevo en el profundo sufrimiento de su corazón que ahora tiene la calidad de un dulce de leche derretido por el Sol, Más estrellas comienzan a verse, y los ojos de Jamiro buscan la más próxima referencia, algún árbol torcido que él reconozca a fuerza de haber pasado por ahí cientos de veces y que le señale su ubicación, alguna choza o algún codo de canal que le marque el camino, pero lo único que distingue tanto a sus lados como bajo la embarcación son pequeñas luces, como si las estrellas también estuvieran debajo de él, Jamiro, tras un sobresalto, tanto de corazón como de cuerpo entero, intenta observar bien lo que está pasando, abrir bien los ojos para no engañarse pues aún queda un poco de nube que dejar atrás, pero al avanzar más las líneas y las formas comienzan a emerger y los ojos le revelan a Jamiro la verdad, La pequeña embarcación sobrevuela todo el complejo de canales unas tres o cuatro veces más arriba que los árboles más altos de la zona, Desde ahí puede ver como se distribuyen y como se alejan y se pierden en la bruma y en el horizonte, se observan las casitas y algunas luces aún prendidas en la noche en sus patios, en sus entradas, Un perro bravo ha salido de su casita de madera y ahora ladra inconteniblemente a la pequeña embarcación voladora, hacia atrás está la nube que acaba de dejar y que se observa desde afuera como una gran masa blanca de contornos irregulares y que se extiende hasta el suelo haciendo espirales y trenzando sus formas mucho más abajo. Jamiro nunca había volado, la idea se le ocurría tan sólo para aves o aviones, nunca pensó que lo haría tampoco, eso es para los ricos, para los que tienen a sus familias en el otro lado decía, pero ahora, sin que él lo hubiera pensado o deseado está volando, flotando sin alas sobre el pequeño territorio en el que toda su vida ha vivido, el sentimiento de apego a la única superficie que pisa, la que está hecha de madera y clavos, lo hace tan sólo atreverse a asomarse un poco hacia abajo mientras su mano derecha sujeta con todas sus fuerzas la orilla de la embarcación y la izquierda la garrocha que le sirve de remo cuando ésta toca una superficie, Puede ver el viejo coche de don Javier estacionado en su frente, puede ver a las gallinas de doña Virginia en sus corrales a salvo del frío de la noche, se observan los gatos de Dorotea acostados en su tejado y unas casitas más allá se observa la luz de la entrada de su propia casa, Nunca hubiera pensado cómo se veía la pequeña casita de tabique pintada de rosa y verde en donde siempre ha vivido desde arriba, no se había dado cuenta en realidad lo pequeña que es y lo pobre que parece desde arriba, Ahí está también, a lo lejos, la parcela de Xóchitl y su huerto de flor de calabaza, los pinos lagos de la casa de don Marcelino se observan al otro lado del canal principal, esos pinos Jamiro los plantó, y del otro lado está la tiendita de los gemelos y de Lucrecia su mamá. Ahí está el patio de Laura y bajo un cobertizo de láminas de metal todos los cestos que ella vende en el mercado, La casa de Zulema, dónde está, Jamiro busca, intentando hacer un análisis rápido de los mapas mentales de la zona para ubicar la casa de la mujer que ama, Es fácil encontrarla, dos canales más al frente y a la izquierda, pasar la parcela de lechugas de Don Sebastián y luego la de coles de doña Clotilde, un poquito más allá, entre unos matorrales de duraznos y unos rosales, se puede ver muy pequeñita a la Virgen de Guadalupe dentro de un altar hecho de tabiques rojos y rodeada por foquitos de Navidad incluso ahora en pleno Junio, prueba final de que esa casita de dos pisos rosa con blanco, llena de miles de macetas con flores tupidas todo el año es la casa de Zulema. Habrá forma de dirigir la embarcación, Jamiro menea el remo, que desde hace rato viene cargándolo y ya no apoyándolo, sin darse cuenta por el sobresalto, en algún lugar lodoso y mojado que le sirviera de tracción, Lo lleva a la esquina contraria e intenta impulsar la embarcación hacia la casa de su amada, y aunque la larga garrocha de madera, el motor de su ligerísimo vehículo aéreo no toca más que el aire, éste automáticamente, como deslizándose sobre hielo gira en el sentido indicado y avanza con una fuerza uniforme y proporcionada, Unos cuantos pares de aves grandes, blancas y tempraneras, de esas que gustan de volar antes de que salga el sol, se llegan a posar en la punta de la embarcación, quién sabe si alguna vez en su vida han tenido la oportunidad de pararse en pleno vuelo y observar con detenimiento la vista desde arriba, Estas aves más que cantar producen un cierto chillido, que muy probablemente en su idioma signifique “vamos Jamiro, que el camino no es largo y tu amada espera”. Que dirá ella, la preciosa Zulema con su piel morena de café de olla con leche y sus largas pestañas de pistilos en flor de primavera, si llega a verlo montado, a él, a su amigo desde la infancia, sobre esa embarcación de madera voladora, con grullas blancas de copilotos y con su remo de timón, Jamiro se mantendrá sonriente ahora que ya ganó confianza, muy decidido y con voz firme le dirá que nadie más que él será capaz de brindarle todo el amor que ella se merece. El Sol está por salir, el cielo ya clarea y los primeros destellos chocan con los ojos de Jamiro, Zulema, bajo las sábanas blancas con motivos de flores y palomas que su abuelita le cosió, duerme aún con respiración serena, Pero los gritos de las grullas pueden más que las patrullas, y Zulema, hace florecer sus pupilas cafés y se asoma a la ventana. Aquí viene Jamiro volando en una hermosa trajinera floreada, su nombre, el mismo que sus padres le pusieron “Zulema” está escrito con las flores más bellas y brillantes que ella jamás ha visto, y una escolta impresionante de grullas escandalosamente blancas acompaña a Jamiro volando a su lado y posadas en la hermosa embarcación, el Sol lo ilumina de frente, y Jamiro jamás se había visto tan guapo, tan fuerte, tan seguro de sí mismo. La embarcación desciende poco a poco y se posa suavemente sobre el jardín de Zulema, ésta baja y apresura a abrazar a su amigo, y ahora, sin más ni más, su nuevo amante. Este beso apasionado, haría que en un teatro grandioso se cerrara el telón.

Son ya las diez de la mañana, Zulema desayunaba hasta hace un par de minutos un tamal de dulce en la cocinita de su casa, ahora llora irremediablemente, el Sol entra por las ventanas y refleja los destellos amarillos con los que se adornan las paredes. Unas flores casi marchitas ensombrecen la mesa donde Zulema junta sus manos que suplican, que imploran. Esta mañana su madre ha vuelto del mercado, y le ha dado la noticia, Jamiro ha muerto, lo encontraron en su trajinera en un canal lejano, murió de hipotermia dicen las autoridades, y dicen que lo encontraron muerto con los ojos abiertos, fijos en el letrero que apenas ayer quería mostrarte, decía tu nombre, decía Zulema.

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