Tuesday, December 21, 2010

Hombre no correspondido

El ya tiene antenas de flor rosada y viste con hojas de melón y durazno. Ya planto un bosque entero de pinos enormes en sus ojos para pintarlos de verde, ya armó con conchitas de mar del tamaño de montañas, galaxias de mariposas y torbellinos de luz, mil poemas y canciones.

Todo para gustarle a ella, a quien no conoce del todo bien pero quien hace que su corazón de pan dulce de canela y chocolate, que bombea sangre de licuado de fresa, lata.

Al fin se acerca a ella y le habla. Ella lee su libro sentada en la banca del parque. No contesta, tan solo lo mira rápidamente y vuelve a su lectura. El hombre no correspondido desde ahora lo es, y lo que está a punto de hacer lo clasificará definitivamente como tal.

El, enfrente de ella, hace malabares con frutos de colores, luego se para de manos y canta canciones para él románticas, le coloca, a manera de prendedores, hermosos cristales brillantes en el pelo. Ella lee y tan solo lee; a veces, muy a veces lo voltea ver, tan solo por un segundo y él se vuelve loco de amor.

El la acaricia con palabras, la pinta con polvo de piedras preciosas y le enseña con un espejo como en su piel crecen las flores. A ella no le importa e incluso le molesta, quizá le de miedo, quizá nunca nadie la ha tratado así.

El se detiene y por fin observa. Ha perdido de nuevo, y ¿Por qué si todo lo hizo bien? ¿Si le mostró a ella todo lo encantador que puede ser?, ¿Si no hizo mas que intentar hacerla sentir bien? El hombre no correspondido apenas se da cuenta de que lo es. Llora, llora mucho y navega en los ríos que él mismo lloró. Ella voltea a ver pero permanece inmóvil. El decide alejarse y no volver más. Piensa que quizá haya ángeles en otros parques que lo aprecien, que lo amen y lo adoren. Se levanta, se seca el pelo, se despide cortésmente de ella, aunque ella no conteste, y le besa la frente.

Un par de alas blancas y enormes se despliegan de su espalda y el hombre no correspondido emprende un poderoso vuelo. Ella al fin voltea dejando su libro al lado y sorprendida ve al increíble hombre con las fantásticas alas. Se da cuenta de que él era el hombre de su vida, el hombre que ella esperaba sentada en la banca del parque. Ni siquiera pudo saber su nombre.

El reflejo del hombre no correspondido alejándose en el cielo, se quedará tatuado en sus ojos hechos de un océano de miel de maple. Ya es demasiado tarde. Ella está sola en el parque y la noche comienza ya.

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