Tuesday, December 21, 2010

Las Nubes y la Moral

Aún cuando las nubes no entienden de moral, una de ellas alrededor de una montaña tiene cargas positivas, su compañera, si es que de nubes uno puede hablar de relaciones interpersonales, tiene cargas negativas. También las nubes son clasificadas en este mundo. El viento, transporte y escultor de nubes tiende de vez en cuando a jugar con ellas, junta cúmulos con estratos, nimbos con cirros, cirros con nubes negras y negras con nubes de colores. Las nubes, el barro, el viento, el escultor. Es así como un día el viento decide juntar también a la nube positiva, totalmente carente de su disposición filosófica ante la vida, con la nube negativa, quien por lo contrario, es bastante cambiante y en constante mutación sobre el entorno. Y así, desde el primer contacto, se conocen, se rozan y finalmente se mezclan. Pequeñas chispas de electricidad, antes energía potencial, ahora un romance, surgen del conjunto, y las cosquillas eléctricas se pueden sentir a metros de los nuevos amantes. Tomados de las manos, tomados del vapor de agua, tomados del cuerpo entero y de todas sus cargas eléctricas las nubes se desplazan, colocan sombras sobre el pasto infinito de las praderas, sobre las arenas blancas de las playas y sobre brillantes reflejos de aguas turquesa con que el océano da su opinión al Mundo. Los amantes se han unido de por vida, han estado haciendo el amor desde hace varios días, un sexo tan lento y tan nutritivo que se ha cargado de millones de pequeñas explosiones eléctricas que recorren los cuerpos de los amantes. El orgasmo está pronto, las personas sobre los diferentes poblados le llaman lluvia. Ya viene, y la gente tiene pudor, se esconde, se guarda. Los gemidos se vuelven cada vez más fuertes y poderosos, algunos rayos caen a tierra, a los árboles que se incendian, a las granjas en donde los animales se alertan. La intensidad del sexo es cada vez más violenta. Llega la tarde, el sol se va, y al fin, justo encima de un poblado en un valle lleno de pequeñas casas blancas con techos de barro, los fluidos de ella caen sobre las pequeñas personas. Unos corren a esconderse maldiciéndolo, y otros lo agradecen viendo desde sus ventanas el espectáculo erótico celeste, hay pequeños niños que incluso abren las bocas para tomar los fluidos y hacerlos parte de su organismo. ¿Y quién puede negar el poder curativo de los orgasmos de las nubes? Gracias al sexo entre nubes de cargas morales opuestas los cultivos han existido y la vida ha florecido sobre una faz, de una tierra, en donde los hombres también hacen el amor.

Y así es como llueve a cántaros y las gotas de agua caen, no en paracaídas como elegantemente lo hacen los copos de nieve, sino en su acostumbrado descenso camicace para estrellarse contra todo aquello que exista, incluso así, sobre la cabeza descubierta de Florencia Ronaldi y su cesta de manzanas. Su pelo escurre ya cantidades incontables de pilotos camicace despedazados, que con el peso tiran de el hacia la tierra, el agua cubre su cuerpo y su cuerpo cubre esta escena, sobre finos pies blancos y descalzos, conciente del largo camino aún por recorrer entre árboles y flores del campo, Florencia se disuelve en un mar de cansancio. Todo es tierra, todo es agua, todo es agua y tierra en su combinación, todo es tierra mojada con la que el pasto construye trincheras para defenderse de los agresivos aviones hechos de líquido puro y virgen. Florencia, una virgen pura, pero también cansada, finalmente cae sobre el suelo, los obstinados pilotos continúan estrellando sus hidronaves contra el cuerpo de Florencia aunque ésta ya se halle rendida, ya se halle inconsciente, ya se halle junto a una canasta vacía y un montón de manzanas en fuga.

No es que caiga la noche, es tan sólo la gran manifestación que una vez al día las sombras del bosque realizan. Llegan primero las sombras más grandes, las de los pinos y las montañas de alrededor, después las sombras de los árboles demás, varios y pequeños, acompañadas por las sombras de arbustos y otros matorrales entusiastas. Las pequeñas sombras, las ínfimas sombras de las hierbas, los pastos, las hiedras, se unen también; y así, ya las sombras reunidas en solemne atención se declara inaugurada la sesión, los humanos la llaman noche. Ésta es oscura en particular, no hay farol que la evite, no hay luna que la disperse, Las nubes, esos amantes en pleno orgasmo dominan el cielo. Y los infinitos líquidos que resultan de éste amor forman charcos que ya rodean a Florencia, que ya la hunden en sueños literalmente mojados. Así pasan horas, muchas horas, horas que podrían ser medidas con extrema exactitud al observar el regreso lento pero continuo de las sombras desformando la manifestación, deshaciendo por este día la sesión y retornando en absoluto resguardo y secreto a aquella roca, árbol, matorral o a cualquier otro objeto, ya sea vivo o muerto, que le de asilo durante el día.

Siempre te dije que tu pelo era muy extraño, siempre te advertí de que era muy eléctrico, que si no lo cepillabas diariamente terminaría hecho un montón de paja desordenada, que si no lo tratabas con cuidado tendrías un nido de cuervos por cabellera. Y Florencia, la pequeña niña en ese entonces, no hacía caso a su mamá, sólo se guardaba en jugar descalza, que desde la infancia adquirió la afición de caminar sin zapatos en los límites inexistentes del espeso bosque al sur de Argentina. La chica creció y no lo fue más, Florencia de 22 años o bien, de la edad de más de ocho mil sesiones de sombras llevadas a cabo, reposa en el suelo aún inconsciente. La lluvia ha cedido, los amantes de cuerpos de vapor de agua se han separado, por lo menos por algunos días. Se extrañarán tanto, que al final regresarán a juntarse y a amarse, quizá como siempre, como desde el inicio de la vida del planeta, quizá como nunca, para así formar nuevamente un planeta entero de agua, que los humanos llaman diluvio. Y bien, el Sol brilla ya y da su cálida opinión, por lo menos en una mitad del mundo, a todos los seres vivos e inertes, también se la da a Florencia y acaricia sus párpados, que desde fuera son blancos y desde dentro, desde sus sueños se ven rosas, para decirle que ya despierte. En lenguaje del Sol, ya es de día, por favor despierta y descubre la historia que será tuya por este día. Florencia, que a fuerza de vivir en el bosque es maestra en lenguas estelares, lunares y solares despierta al fin, sus cara cubierta por una galaxia de tierra mojada cobra vida, y si es característica de vivos tener conciencia, Florencia la cobra también. Su pelo, su extraño pelo, el que debía peinarse y cepillarse para evitar tener un cuervo y sus cuervitos habitando en él, se ha enterrado, de alguna forma se ha incrustado o ha sido sepultado por una avalancha de lodo. Siempre te advertí de que tu pelo no es de confiar.

Florencia en cuatro patas, si es que las manos y las rodillas humanas sobre el suelo se convierten de repente en extremidades animales, pero con la cabeza aún sobre el suelo, intenta separarse, librarse de su prisión de barro, arrancarse de lo sucedido y comenzar otra historia en este día, una historia en la que se levante, recolecte sus manzanas y regrese al fin a su casa, para que le pregunten, para que la cuestionen, los hermanos que son muchos y los padres que sólo son dos. Y dónde has estado, qué te ha sucedido, por qué no has venido, y ella pueda tras esmeradas explicaciones librarse de la culpa, y tras un baño caliente librarse también de lodos y memorias ingratas. Pero la historia es aún ésta historia, la de la Florencia pegada con la cabeza al suelo, su pelo se ha enraizado y no parece tan fácil poder librarse, la falda mojada la cubre de frío, la blusa mojada ya no es más blanca y su pelo obstinado aún desea permanecer bajo tierra y no ver más el sol, aunque hasta la fecha no se han descubierto algún tipo de ojos en las fibras que componen los cabellos humanos.

Los caracoles se acercan y hacen carreras con obstáculos de manzanas, el hambre y la sed compiten también, a ver quién gana, a ver quién tuerce primero a Florencia. Con la cabeza gacha las manos se estiran en busca de alimento, la espalda y el cuello duelen pero la panza también, y dicen, la panza es primero, y no se equivocan, pues con la cabeza en el suelo Florencia come manzanas desesperadamente, luego, con la mano hecha cuchara el líquido se recoge y se lleva también a los labios secos, ya hechos laberinto y convertidos en lo que parece la materia cerebral, así de enredada la piel de los labios, así de gris está ya. Y si la panza es primero, las necesidades, a las que todos estamos sujetos, reclaman su sucesión. Los orines atraviesan la tela de algodón del calzón y viajan por el interior de los muslos hasta encontrar su lugar en la tierra. La panza ha dejado de reclamar sus derechos con instantánea respuesta, y quien ahora lo hace es el cuello torcido cada vez más, por el continuo enterrarse del pelo y la continua tendencia hacia la vertical de una cabeza cada vez más adolorida. Por ciertos espacios de tiempo la decisión se toma de levantarse un poco, así el cuello estará más en perpendicular con relación al suelo y menos paralelo. La cabeza sin embargo, recibe directamente el peso de cinco litros de sangre que circula aún sin cesar en el cuerpo de Florencia. El mareo es ya casi absoluto. Las manos y las piernas, ya de regreso en su estado humano, sostienen el tronco en posición vertical y aligeran la carga, pero se fatigan rápidamente. En poco, Florencia comienza un intercambio cada varios minutos entre dolor en el cuello, y dolor en las extremidades. Otro líquido aparece también, éste en los ojos de Florencia. Quien dice que las lágrimas escurren siempre hacia las mejillas está equivocado, pues estas lágrimas ruedan sobre la frente y se apresuran al suelo. Parece que lo único que quiere la tierra, ya harta de líquidos celestes, es probar ahora los líquidos humanos.

No es poco común que las chicas más hermosas del pueblo donde vive Florencia desaparezcan de repente, y por supuesto, ella, que es una fina pintura italiana en vida, de sonrisa de leche pura, de ojos de té de manzana y de pelo de cebada oscura lo sabe bien. La razón se desconoce, si es pues, por verdadera pena, porque no hay algo más que hacer en el pueblo, o simplemente por tradición, siempre que ocurre algo así se organiza una andada por el pueblo y sus alrededores para encontrar a la chica en cuestión. Se reúnen primero los familiares cercanos con aquellos que no lo son tanto, los de Florencia ya están en eso y demás, reunidos también están los amigos, que muchas veces resultan más cercanos que los familiares lejanos. Por último se unen a la búsqueda aparentando extrema indignación y apoyo leal a la familia en desgracia todos los demás, y aquí tenemos a los conocidos, tan sólo de vista, a los desconocidos, también de vista, ya que para saber a quién se conoce y a quién no se recurre a éste sentido y no al olfato como lo hacen los perros. Bueno fuera para muchos hombres que unos se tuvieran que reconocer a otros por el tacto, así existiría un pretexto perfecto para estar toqueteando todo el tiempo a las mujeres. Y bien, ya hechos los reconocimientos visuales pertinentes, se reparten los caminos, los senderos, los valles, los barrancos, las casas de los viejos extraños, y así repartidas, se comienzan las diferentes expediciones. Para algunos esto resulta de lo más emocionante. Ojalá apareciera algún peligro en el que ser el testigo y quizá el héroe, por eso es que muchos están armados con piedras, palos, listos no sólo para golpear con ellos, pero también embarrados de brea para hacerlos prender con fuego y alejar a alguna bestia que se impacte de éste fenómeno natural que es la lumbre.

Las sombras se comienzan a reunir ya para la sesión de ese día, y Florencia, que se vuelve una sombra ella misma, perdiendo sus contornos y transformándose primero en una figura difusa y luego también en una mancha oscura, permanece prendida del pelo a la tierra. A veces se para de cabeza, esto alivia mucho el dolor que tiene en el cuello. Su falda cae sobre su torso y sus piernas y nalgas permanecen al aire por varios minutos cada vez, hasta que el record es, si el tiempo tiene aún sentido en este lugar perdido del bosque, una hora, la que más ha durado para Florencia en su vida y en la que las sombras han dado ya solemne inauguración a ésta sesión. La tierra debajo de ella permanece mojada, de agua ya no tanto, de llanto y orines se nutre ahora más, Y Florencia se muere de sed y de hambre, pero siendo la sed más terrible que el hambre se muere más de sed que de hambre, pero como la vida, y también la muerte es un equilibrio, el sueño aparece para que se muera de sueño también, como si Florencia no tuviera ya suficientes formas diferentes para morir ahí, llámense lobos, llámese frío e insectos venenosos. Y Florencia se muere primero de sueño, por lo menos por algunas horas, para que el cuerpo descanse y ya descansado pueda seguir muriéndose de hambre y de sed sin problemas.

Como la noche ha llegado ya la mayoría de los miembros de la expedición en busca de Florencia han cesado, tan sólo restan familiares, cercanos y lejanos, amigos, y chicos jóvenes que desearían tanto encontrar a Florencia para así poder salvarla y ganarse su mano. A algunos ella nunca los vio, y si lo hizo no los tomó en cuenta, pero así, si alguno de ellos la encuentra aún viva, se ganaría el derecho de que por lo menos Florencia no olvide su cara en toda su vida. El héroe de un pequeño pueblo puede convertirse en un tatuaje permanente en la mente y corazón de la chica. A quién le importan los lobos si una mujer hermosa se encuentra en peligro.

Abre los ojos ya y comienza tu día, el Sol, en lenguaje de Sol así le dijo a Florencia esa mañana. Florencia hizo así caso al Sol y los abrió. El mundo está al revés, y esto no es una metáfora, es tan sólo la evidente verdad de que Florencia durmió de cabeza, durmió sobre sus antebrazos y con las piernas al aire. El mundo le gusta más de ésta forma, si las cosas en el estado en el que las conocemos nos disgustan podemos bien pararnos sobre la cabeza y así tener una perspectiva diferente de todo, Florencia sonrió y se dio cuenta de que el hambre y la sed, preocupaciones y torturas de la tarde anterior se habían desvanecido, quizá ellas también tenían sueño y se fueron a dormir, quizá ellas encontraron a alguna sombra a quién amar y ahora duermen abrazados bajo alguna roca o matorral cercano. Y si, también las sombras se enamoran, también el hambre y la sed necesitan a alguien para amar. En fin, dejemos los secretos de las sombras, de los seres inanimados y de los seres abstractos seguir siendo secretos, que suficiente se entromete ya la gente en las vidas de los demás para ahora entrometerse en las vidas de lo demás. Y Florencia no tiene sed y no tiene hambre, y es más, no le duele más el cuello, y es aún más, no siente deseos de orinar, y es más que lo demás es lo de menos, pues Florencia se siente perfectamente bien, El Sol sobre sus piernas le da energía y la tierra bajo su cabeza la alimenta. Regresar a casa ya no es una obsesión ni un deseo, permanecer en el bosque, perdida y confundida con el entorno se ha hecho satisfactorio, casi podría Florencia calificarlo de inminente, de necesario. Florencia quiere quedarse ahí por el resto de su vida con los árboles, sus hermanos de sangre, o mejor, de sabia, que desde ahora también corre por sus venas. Así que sí existe la felicidad, y en la punta de los dedos de sus pies, han nacido ya, unas cuantas hojas del verde más hermoso que hay.

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