Tuesday, December 21, 2010

EZLN

Un día vas así caminando por la calle, y de repente ves el titular de un periódico que te llama la atención, no es uno, no son dos te das cuenta, son varios, de hecho son todos. De entre las cenizas resurge nuevamente, como el Ave Fénix, el EZLN, no había desaparecido, tan sólo estaba escondido y reformándose, volviendo a llenar la gran presa para poder desbordar el río, A su frente, se ve y se siente, ya no está el subcomandante Marcos, en algún momento desapareció, se vendió, se cansó, huyó o se lo tragó la tierra, ahora está un tipo que bien puede ser la versión maldita del Doctor Simil, Eduardo Gallegos él dice que le llaman, Convoca a unirse en la explanada de una plaza que no es el Zócalo y reinstituye la tradición masiva del acto de protesta, Como siempre, yo soy el menos enterado e informado, -por qué no lees los periódicos- -No me gusta, me hacen sentir mal- Y el asunto ya es de propiedad común, el argumento de Gallegos es claro. –Recuerden queridos mexicanos, que nuestros antepasados Aztecas utilizaban el rito del sacrificio para varios motivos, entre ellos el de traer de nuevo al Sol. Cuando la era de algún Sol terminaba, era necesario ofrecer la vida de varios cuerpos humanos para que el nuevo Sol renaciera. Estamos ahora, mexicanos queridos, al borde del Cuarto Sol, el Sol de Movimiento, pero quién dice queridos, que el movimiento tiene que ser un terremoto que acabe con todo el mal, “movimiento” también puede ser entendido como “Revolución” y esto hermanitos, es lo que nosotros vamos a hacer. Si a nuestro gobierno no le interesan nuestros indígenas, vamos a sacrificarlos en son de protesta para que nuestro Quinto Sol pueda renacer. Es mejor verlos muertos que verlos sufriendo- Un día vas así caminando por la calle, y te das cuenta de que tu país, uno que fue por mucho tiempo pacífico, por lo menos aparentemente, ahora está al borde de la guerra, A quién se le habría ocurrido el asesinato múltiple de indígenas en nombre de una causa justa, sino a un grupo de riquillos blanquitos, de los que van a los clubes de golf y pasan sus vacaciones en Europa, el asesinato múltiple está disfrazado como Buena Causa, no obstante, nosotros que tenemos oídos para oír, pensamos lo mismo, es un acto de racismo a gran escala, nosotros los mexicanos debemos aún de pasar por nuestra propia guerra racial. Subimos en una combi de las viejitas mi familia y yo, no somos ricos, vamos ahora al acto de protesta a esa plaza que no es el Zócalo, y tenemos que estacionarnos antes de llegar pues hierve de gente. Los unos que son más blancos, los otros que son más morenos, los hay indígenas también que van a escuchar cómo es que se va a luchar por ellos, Sólo mi tía y yo avanzamos al centro del gentío, no sabemos por qué vamos, tan sólo sabemos que tenemos que ir. En el camino hacia el centro del gentío vemos a un grupo apedreando la casa de una familia indígena, mexicanos jodidos contra mexicanos aún más jodidos, la casa está construida dignamente, de láminas de cartón y metal digno, porque no fue robado sino pepenado en algún tiradero descomunal. El cartón también se incendia, el grupo que ataca ya se le ocurrió aventar botellas con fuego, alguna especie de bomba primitiva, Y la familia sufre como nadie tiene una idea, el par de niñas aterradas corren buscando un refugio, pero no lo hay, sus padres, ambos de escasos recursos, no económicos sino móviles están pereciendo ya entre llamas de intenso rojo y pedradas de intenso filo. Pasamos de largo, nada se puede hacer, podríamos ser tomados como traicioneros si algo hacemos, los mexicanos queremos que los indígenas mueran no que sean salvados. La tristeza y el asombro lo guardaremos para el fin. Continuamos el camino entre gente que va y nadie que viene y nos sentimos algo inseguros, casi todos somos mezcla de indígena con español o cualquier otro europeo, mi piel es de bronce, pero mis ojos son verdes, el documento que me sirve para comprobar que corre algún tipo de sangre no indígena por mis venas. Hay gente vestida de oficial, son tipos enormes con un rostro que habla de mezcla, van sorteando gente y cuando encuentran a alguno que tenga rasgos notablemente indígenas, entonces lo atrapan y lo llevan cargando hacia el edificio que está en el centro de la comunión, desde donde va a hablar Gallegos, no asomado desde un balcón sino por medio de enormes pantallas de televisión. La gente no sabe porqué algunos son atrapados y llevados a fuerzas, no pueden ver que no se trata de espías ni de malhechores, tan sólo son indígenas. Un tipo vende libros usados en el suelo, me acerco y veo uno que dice “Notas sobre el racismo, Como acabaron los diversos imperios racistas” –A cuanto sale- -Diez- -Me lo llevo- Y lo guardo en mi bolsillo de atrás del pantalón, quizá sea un documento prohibido cuando se descubra que esto no es en pro de los indígenas sino para acabar con ellos. Ya estamos aquí, enfrente del edificio con pantallas enormes desde donde Gallegos va a hablar, la multitud nos empuja hacia al frente y yo pierdo a mi tía quien se queda algo atrás, estoy ahora hasta el frente, pegado a donde elementos de seguridad forman una valla para no ir mas allá. Volteo y Rodrigo Velásquez está a mi lado, es un excolega del trabajo. Nos saludamos y nos damos la mano fríamente. Esperamos tan sólo un poco y Gallegos ya se ve en la pantalla, el discurso empieza. –Estamos aquí reunidos, mis queridos mexicanos, para dar nacimiento a nuestro Quinto Sol, el Sol eterno de la Vida-, -tiene siempre la multitud que vitorear lo que no entiende- -Para acabar con un gobierno que no pone atención a nuestros indígenas vamos a sacrificar a algunos valientes voluntarios que nos dan su vida para comenzar ésta, nuestra Revolución-. Los vitores que emanan de la multitud vuelan hacia el cielo. Aquí vamos de nuevo, directos hacia la era de los sacrificios humanos, la historia se repite no cabe duda, siguiendo una espiral en donde el tiempo avanza pero llega al mismo punto en donde comenzó. Un oficial observa que me muero de miedo, mis ojos lo ven y se apartan de él, lo vuelven a ver y se vuelven a apartar, él sabe que estoy nervioso. –Aquí hay alguien que no cree- Su grito alerta a los demás oficiales al interior del edificio que al final alertan a Gallegos de mi presencia. Gallegos, desde la gran televisión que tan sólo muestra un rostro de 5 metros de alto, voltea a verme y acomodando sus pensamientos por 2 segundos habla: Tú querido amigo, vas a ser el detonante de nuestra Revolución, la nueva Revolución mexicana. –Los gritos eufóricos son también una forma de demostrar ignorancia y estupidez- Gallegos sonríe y un par de oficiales arrastran a una mujer indígena que ha sido previamente martirizada, Ella tiene una jaula en la cabeza, tan sólo en la cabeza, es una jaula que tiene picos por dentro, si ella se mueve su rostro se lastima, se hiere, y se ve, se siente, que ya lo ha hecho, Me traen al frente y me ponen a su lado, ella me ve pero ya no puede hablarme, tan sólo llora. A mi mano atan un marro, mi misión será la de aplastar la jaula de la cabeza de la mujer para que los picos se entierren en su cráneo. Tengo que mostrarme serio, tengo que mostrarme convencido para que yo mismo no sea asesinado. Los gritos alimentan las almas de los que odian, los odios crecen y la destrucción comienza. Yo estoy en la gran pantalla con una gran mazo en las manos, mi cara está seria, parece de hombre malo y decidido, no lo soy, tan sólo soy cobarde.

Rodrigo camina a mi lado, nosotros nos alejamos de la multitud rápidamente, ahora están matando a más indígenas, mis manos aún tiemblan y me muero de miedo. –No te preocupes… todo va a salir bien- -Cállate pendejo, acabo de matar a una mujer, y a una mujer indígena- Yo no me soporto, tan sólo pienso en lo que hice, en cómo después de matarla alcé los brazos en son de festejo tan sólo para verme convincente. Yo empecé el sacrificio de una mujer que estoy seguro que no era voluntaria, todavía se escucha la multitud de gente gritando, y sus rugidos despedazando a otros voluntarios. Qué habrá dicho mi tía que me vio en esa pantalla cobardemente asesinando a una mujer indígena indefensa. Ahora nos alejamos de todo y de todos, caminamos rápidamente y en silencio, por fin llegamos a una parte de la ciudad en donde ya no hay gente, parece que todos están en esa plaza que no es el Zócalo, Entramos en un corredor de esos que distribuyen a la gente a los diferentes edificios, es un corredor largo bordeado por árboles tristes, ahora todo me parece triste, y me sigo muriendo de miedo. A nuestras espaldas se escucha algo, volteamos y un jinete se acerca rápidamente a caballo. Rodrigo corre hacia el fondo del corredor y yo decido regresar caminando, como si no temiera nada, como si yo fuera también un perseguidor de indígenas. El jinete y yo nos cruzamos y nuestras miradas lo hacen también, él es un pinche wero mamón, como los que conducen autos caros en Insurgentes y se cubren los estúpidos ojos con lentes negros. El no dice nada y yo tampoco, parece que me salvé. A Rodrigo lo he perdido de vista, ya no lo veo al final del corredor, pero veo un montón de tierra que se levanta tan pronto como llega el jinete a donde Rodrigo estaba. Mi refugio se vuelve un puente, más bien, un puente se vuelve mi refugio, Es un puente para autos, debajo tan sólo hay un montón de pasto en donde, extasiado de tantas impresiones, me tiro a descansar e a intentar poner mi mente a salvo de pensamientos que pueden convertirse en obsesivos, pero una máquina de cortar pasto continuamente pasa al lado de mí, el chavo que la conduce ya me vio, pero le vale madres, sigue conduciendo y pasando cerca de mí, el sonido de la máquina me mantiene constantemente en estrés, al fin se acaba su tarea y la máquina por fin se aleja y me deja espacio libre para descansar. Yo me duermo, quizá tan sólo una hora, quizá unos cuantos años. Ahora despierto y me siento mucho mejor. Al extremo del puente vienen unos niños formados, son cientos de niños, todos vienen cantando y sonriendo, cuando llegan a donde estoy veo que todos son weritos, traen consigo cargando una banderita, unos de Rusia, otros de Estonia, otros de Alemania, que lástima, no puedo hablar con ellos, no hablo estón, ni ruso, ni alemán, y de seguro ellos tampoco hablan español. Tan sólo me sonríen cuando pasan a mi lado. Estoy esperando ver a los niños mexicanos pasar, una señorita que va con ellos me explica que son niños de la First World OlympKids Games, una olimpiada para niños en donde van a concursar en algunas pruebas de atletismo y otros deportes para niños. Los mexicanos al fin llegan, los oigo venir con sus cantos de niño mexicano, no han cambiado mucho, los recuerdo igual a cuando yo tenía su edad, unos ocho años, Llegan frente a mí cargando su banderita mexicana, y tan sólo veo niños weritos, de los que te encuentras en las escuelas particulares. –Y dónde están los niños mexicanos de otras razas, los mestizos y los indígenas, somos un país en donde hay mucho racismo.- -Ya no hay niños mexicanos que no sean así como estos, weritos, bonitos- La señorita que va con ellos también es una werita estúpida.

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