Tuesday, December 21, 2010

Acuario

No son exactamente las tres de la mañana, pero en verdad no creo que la puntualidad en este momento importe, ni a Luciano, ni a nadie más. Quizá Dios, que ahora centra sus infinitos ojos en el otro lado del mundo, descubra ahora mismo que hace falta dejar también unos cuantos en este lado, en donde hay aún gente despierta, que trabaja, que finge trabajar, que se pelea o que hace el amor, que ve sin ver las imágenes genocidas de pantallas muertas, pero que hacen mucho daño, Quizá Dios centre los ojos también en donde hay gente que no puede dormir, que da vueltas y vueltas sobre su cama y que molesta a las sábanas, a los muebles de madera, que al contrario de los de metal a veces roncan, a las toallas que cuelgan y los sombreros que yacen sobre las mesas y que sí quieren dormir, y quizá los centre en donde hay gente, que como Luciano, llora. ¿Podrá Dios así darle, centrando por lo menos un ojo de las toneladas de ojos que posee y junto con su omnipotente fuerza, una mano que le ayude un poco a levantar su pesada carga? Los motivos, con el sano objetivo de mantener fuera de la crítica y de su riguroso escrutinio para después calificarlos de buenos o malos, de tontos o egoístas, o de no sé cuantos más calificativos que por el momento a su vergüenza le da por tacharlos de innecesarios, permanecen escondidos, Que se quede así, en que por alguna razón desconocida Luciano llora un mar. Y es entonces, cuando detrás de esa cortina de agua que se forma en los ojos con el llanto, esa cortina que deshace las figuras y sus contornos distorsionándolas hasta a veces transformarlas en no más de una mancha de colores, que Luciano ve algo en el acuario que tiene en su habitación, la luz de los faroles de la calle y los reflejos de algunas ventanas y superficies de metal son los suficientes para iluminar una pequeña figura que Luciano no reconoce, primero por sus propias lágrimas como ya antes hemos dicho, y luego, porque a pesar de habérselas secado con la manga de su pijama, la figura es tal que no semeja ningún pez que recuerde o que sepa a ciencia cierta tener en su acuario. Acércate más viejo, o no podrás mirar a esa extraña figura que baja al fondo, recoge un pequeño caracolito, y que lo avienta contra uno de los muros de cristal produciendo cada varios segundos un pequeño “tic”. Los lamentos ceden, los ojos le dicen al cerebro que ahí, dentro del acuario hay algo que sería bueno mirar, Atiende al acuario Luciano, “tic”, y el cerebro, siempre dispuesto a seguir los impulsos de los sentidos manda la orden de levar piernas y “tic”, Lorenzo se levanta, se acerca al acuario, y descubre en su interior a una pequeña sirena del tamaño de la palma de su mano. La pequeña sirena lo mira y recarga sus manitas sobre el cristal que los separa, suspira al fin satisfecha de haber atraído la atención de Luciano, pero sólo burbujitas salen de su pequeña boca, Luciano se encarga de intentar entender, pero no habrá más comunicación entre ellos más que sus miradas, la de ella, triste por la tristeza de él, la de él, maravillada por la belleza de ella, pero será comunicación suficiente para que él se alegre y al final, ella también. Las sonrisas de ella, hechas de pequeñas burbujitas multicolores que viajan hasta la superficie y que ahí revientan y desaparecen, salpican los ojos de Luciano, y remplazan las lágrimas, por sonrisas multicolores de sirena traviesa. La sirena baja y juega con las conchitas, se esconde detrás de plantas acuáticas y flota como un ser mágico y brillante sobre el pequeño barco hundido que produce esferas cristalinas de oxigenación artificial, Ahora se peina con una conchita, y su cabello largo y negro se extiende sobre su clara piel de luna de verano. Las miradas furtivas pero coquetas de ella, no se desprenden de las maravilladas de Luciano. Las horas pasan y los lamentos se convierten en suspiros y luego en respiraciones lentas y tranquilas, casi imperceptibles. Observa ahora Dios nuestro, que has centrado no ya uno, sino varios miles de ojos en esta habitación en el lado oscuro del mundo, cómo la pequeña sirena, sentada en un blanco caracol, canta y arrulla a Luciano, e inevitablemente hace que poco a poco cierre los ojos y vuelva a su cama, mira como se sienta medio dormido, cae suavemente sobre su costado y comienza a tener sueños felices. Por el resto de la noche la paz reinará, Al despertar, la sirena no estará más ahí, pero Luciano se encontrará de nuevo con ella, sólo hasta al final de su largo camino.

No comments:

Post a Comment