Tuesday, December 21, 2010

Ana del Mar

Por más que Ana del Mar quiera ver el final de la película le resulta imposible, sus ojos se han cerrado ya, sus pestañas se han entrelazado a tal punto que no hay fuerza alguna que las separe. Todos los que la conocen están acostumbrados, los ojos de Ana del Mar se cierran cada noche en un momento indeterminado unas cuantas horas antes de dormir, Durante ese lapso de tiempo ella ve tan sólo con los otros sentidos. Su mamá le sirve algo de cenar en caso de que tenga hambre, y por lo demás, Ana del Mar se las arregla sola. Quizá sale un rato al jardín a sentir el fresco viento del anochecer, huele las flores, las acaricia con la piel rosa de sus mejillas, y toca las piedras de río mojadas por el agua de la fuente. Quizá escucha música francesa y disfruta sentada en una silla de mimbre los paisajes que se describen y se pintan en su mente, Quizá escribe o dibuja a oscuras y descubre lo que hizo, a manera de sorpresa, el día siguiente a plena luz de la mañana. Tan sólo unas horas de ceguera al día fueron duras al principio, cuando ella tenía 17 años y por primera vez sus ojos se cerraron sin avisarle, Todo el mundo se alarmó, Se intentaron varios trucos caseros que tan sólo hicieron rabiar más de desesperación y enojo a Ana del Mar. La lastimaron, la hirieron, y lágrimas enormes salieron de ojos completamente cerrados. La mañana siguiente, después de algunas horas de sueño reparador, sus ojos se abrieron nuevamente sin dificultad, por lo que el evento se tomo como algo curioso pero inofensivo. Esa misma noche las pestañas nuevamente se entrelazaron y cerraron sus ojos, Ahora con menos pánico pero con más extrañeza la familia entera presenció la situación. Ya después de algunos años, Ana del Mar está acostumbrada a tal punto de que disfruta de esas horas de ceguera. -Que no es ceguera, pues puedo ver más que tú aún con los ojos cerrados.- ella siempre declara. Tiene ya algunos meses que domina el braille, así que hace que las letras con su disfraz de pequeñas incisiones en las páginas, la acompañen y la lleven de la mano, a veces muy lejos de ahí. También ha logrado descifrar los códigos que hacen que su piano arranque los tonos más dulces y las armonías más complejas y fantásticas. Tantos momentos de silencio la han hecho aprender a disfrutarlo como lentamente se toma un vino suave, o se degusta un delicioso queso. Pensar, pensar, reflexionar, reflexionar, meditar, meditar, no son acciones automáticas, ha tomado su tiempo desarrollarlas, Ahora se ha vuelto una chica introspectiva y analítica, paradójicamente observadora, ha tenido revelaciones asombrosas sobre lo que la rodea, -Entienda ahora sí señorita el comportamiento de los gatos, sepa usted sobre el crecimiento de las plantas y el orden de las estrellas en el cosmos, acérquese y comprenda la idea del conocimiento que atraviesa los muros de la distancia, y también señorita… del tiempo.- Ana del Mar es una chica sabia y muy feliz.

Las pestañas de Ana del Mar están vivas. Eso se comprendió días después de la primera vez que sus ojos se cerraron a voluntad. Son una especie de seres con conciencia propia, órganos en su cuerpo capaces de decidir por sí solos. Sus pestañas son ahora como el corazón, Uno no tiene que estar pensando todo el tiempo “late, late, late, late otra vez…” El corazón se las arregla sólo para decidir cuándo y a qué velocidad andar, y también para decidir cuando detenerse. Es el corazón quién nos lleva y dirige, y no nosotros al corazón. Las pestañas de Ana del Mar acabaron por dirigirla, Pero si son miembros de su cuerpo con voluntad propia, entonces ella, en vez de estarse peleando todo el tiempo, decidió hacerlos sus amigos. Sus pestañas, quizá sean niñas traviesas, bailan cuando hay música, se balancean de un lado a otro y hacen ver a Ana del Mar realmente graciosa, Ella siempre se sonroja. A veces se abren al máximo para hacerle ver algo que podría ser de su interés. La portada brillante de un libro en un aparador, un niño corriendo tras de una pelota, un perro jugando con un chorrito de agua, un viejito dándole de comer a una ardilla etc., A veces, como abanico, hacen a Ana del Mar parpadear tan rápidamente como las alas de un colibrí, y de repente, al anochecer, muertas de cansancio, se entrelazan y cierran a presión los ojos de su portadora.

No me puedo imaginar la clase de chica que sería si sus pestañas nunca hubieran tenido vida propia. Una chica normal con ambiciones normales, en un mundo mucho más superficial y monótono, la naturaleza sería aburrida para ella y tan sólo se fijaría en moda o en celebridades del cine. Un hechizo, una maldición, un encantamiento, un milagro, no se sabe, pero Ana del Mar no cambiaría nunca y por nada la fortuna de ser ciega por unas horas al día.

No comments:

Post a Comment