Friday, April 22, 2011

Realidad Emergente

Turistas: Cataloguen ustedes a éstos; como individuos que dejan de serlo al conformar ruidosas y estúpidas masas homogeneas que proliferan en todos los rincones del planeta. Ustedes lo saben ya, su similitud es alarmante; es un hecho, se repiten a si mismos en todo el mundo como sujetos salidos de una máquina de clones, no importa en dónde estén ni que en sus vidas cotidianas estén a cargo de posiciones laborales muy diferentes; pueden ser doctores, arquitectos, deportistas, amas de casa o cualquier otra cosa, pero al caer en la categoría de turistas tenderán instantáneamente, a eliminar todas las diferencias que puedan tener entre ellos y se uniformarán irremediablemente con shorts de mil bolsillos, cámaras deslumbrantes, de fotos, de video, contra agua, viento o marea; sombreros coloridamente grotescos, playeras de igual condición estampadas con absurdos dibujos de palmeras, tucanes, changos, iguanas y otros animales con gestos humanoides y en posiciones extremamente ridículas. Demás idioteces por el estilo se agregan a voluntad del observador que desee analizar éstas deprimentes manadas absorbentes de identidad. Podrían ustedes, por lo señalado, llegar a la conclusión de que la igualdad entre los hombres del planeta se lograría no con el comunismo o con alguna otra forma de gobierno popular y masiva, sino haciendo que todo el mundo fuera turista al mismo tiempo. Y bien, hace tan sólo unos días en uno de todos esos rincones del planeta, en una antigua prisión del alta seguridad, que ahora es tan sólo un museo guardando como reliquia lo que alguna vez fue el dolor humano, una de estas hordas de turistas caminaba haciendo tan sólo un leve murmullo y haciendo sonar de vez en cuando los clicks y clacks de sus diversos aparatos, se dejaban llevan dócilmente por su guía, quien como 648 veces anteriormente, explicaba los por menores del lugar mezclando aquí y allá algún comentario gracioso que arrancara de su rebaño algún bramido. Lograr ese bramido es parte de su trabajo, incluso lo califican con puntos que suben y bajan en una regla que mide la empatía; le llaman risa de turista; risa estándar, risa con personalidad de grupo. Y bueno, queda claro que un individuo sólo comienza a serlo desde que se separa del grupo al que pertenece, y éste individuo, al que ahora pueden imaginar apartándose del resto del grupo, se distingue permaneciendo constantemente atrás de la manada verificando y observando con más detalle un poco más de tal o cual celda, tal o cual portón, tal o cual estructura. Observen como los guardias de seguridad lo tienen ya bien a la vista, está aplanado en un monitor que resuelve los colores en escala de grises; no es tan importante, ya que siempre hay uno de su clase, que se sale un poco del grupo, que husmea por acá y por allá, este tipo de individuos generalmente regresa rápidamente de nuevo a la manada; es bien sabido que pocos aguantan en este mundo el peso de la individualidad. Si ustedes siguen imaginando, se darán cuenta de que será suficiente para el personal de seguridad con darle un punto más en la escala de importancia que deben designar a cada cosa en un mundo aplanado y en escala de grises de sus monitores de seguridad; hay realmente muy pocas cosas divertidas en sus vidas. Un poco más tarde, en un momento indeterminado, nuestro individuo imaginario ha decidido caminar hacia una zona que está fuera del patrón designado desde un principio por los guías y los planificadores de las rutas de este recinto. No sólo se ha salido de la zona designada para los turistas, sino que en el mundo electrónico de la seguridad el individuo ha caído en el punto de la escala de grises más bajo, es decir, el negro. Nuestro individuo se ha perdido en la oscuridad, las zonas restringidas por lo general son negras, oscuras, misteriosas. Los guardias de seguridad le asignan unos puntos más en la escala de importancia y deciden avisar por radio al guía encargado. Un poco más adelante la manada se detiene y brama un poco su desasosiego, los han sacado de su fantasía, del delicioso letargo que produce el control, la seguridad, la planificación. ¡Qué contrariedad! Ahora mismo, el guía de turistas camina hacia la zona restringida, llama una primera vez al individuo; le han dicho que es un hombre joven, (claramente en edad y en condición de ser aún un individuo), no hay respuesta; lo llama una segunda vez con iguales resultados, a la tercera el llamado ya es un grito, y a la cuarta es una notificación de emergencia. El guía llama a algún representante de la seguridad en el lugar. En las entrañas de la zona restringida se escucha de repente la voz del individuo, se escucha lejana, apagada, ha caído en un pozo de unos veinte metros de profundidad, al parecer no se ha lastimado de gravedad, pero pide ayuda, hay que tener en mente que ser un individuo puede conllevar a situaciones dolorosas; al individuo se le informa que espere, que están en camino los equipos de emergencia y seguridad. Se hacen encender las luces de la zona restringida, ahora el pozo por el que el individuo ha caído es evidente, nunca habría pasado esto de haber dejado una luz encendida, por lo menos una tenue que combatiera un poco la oscuridad. El individuo se queja, seguro que se ha roto algo, una caida de veinte metros dentro de un pozo casi garantiza un daño; después de unos minutos el individuo se ha callado, los equipos de emergencia, situados algunos kilómetros de ahí, no han llegado y se teme ya lo peor; los turistas restantes, los que permanecen en su condición de masa homogénea se han puesto algo alarmados, sin embargo les gusta pastar por el entorno y continúan alegremente tomándose fotos con muecas ridículas. No es su tarea preucuparse demasiado; al fin, no fue su culpa que a algún individuo se le haya ocurrido serlo. Es entonces, y pongan mucha atención aquí, que de la nada: ¡sorpresa!, el individuo sale de repente del pozo por su propia cuenta, está algo asustado pero ileso, algo sucio de tierra y con raspones que manchan de sangre sus extremidades, pero reitero: ileso. Un minuto después los equipos de emergencia llegan, pero lo hacen sólo para verificar los daños y preguntar qué es lo que ha sucedido. El individuo narra su experiencia mientras exhala grandes bocanadas de aire para recuperarse; al sobreponerse un poco comienza a explicar cómo fue que decidió separarse un poco del grupo y como por accidente cayó al pozo, después sus ojos se abren de golpe, como recordando súbitamente una información perdida, y con una dificultad poco habitual explica con nerviosismo, tirándose del pelo y tronándose los dedos, cómo llegó hasta donde él estaba el hombre murciélago para salvarlo; -¿Cuál hombre murciélago? Estuviste sólo en el pozo- Le interrumpe entonces el equipo de seguridad, -¿Cómo que cuál hombre murciélago?- Responde desconcertado el individuo. -¡The Batman!, el héroe que lucha contra la injusticia y ayuda a los afligidos- Los presentes ahogan unas cuantas risas, -Relájese hombre, ya todo ha pasado- pero el individuo continúa narrando con alteración como el hombre murciélago, con una soga, lo ató de la cintura y lo arrastró lentamente hasta arriba cuando él no veía nada y ya no se podía mover. Asegura que como es la costumbre del hombre murciélago, se desvaneció en la oscuridad tan pronto como logró sacarlo del pozo, obviamente para mantener a salvo su identidad secreta. El suceso no llegó a más, nuestro individuo fue curado de sus heridas y dado de alta al siguiente día en un hospital cercano, el asunto acabó tan sólo en eso y en algunos artículos ambiguos en los periódicos locales, pero después de una investigación un tanto más detallada de lo sucedido, al intentar descubrir cómo fue que el individuo realmente llegó a salir ileso de un pozo de veinte metros de profundidad con las paredes completamente lisas, algunos expertos, entre ellos psiquiatras que entrevistaron al individuo, llegaron a la conclusión de que el individuo creó lo que se llama una “Realidad Emergente”, en la que él, en su mente, recreó a alguien que tuviera las cualidades necesarias para sacarlo de la situación en la que se encontraba, su mente encontró al sujeto adecuado en un repertorio conformado de conocimientos a priori, e imaginó cómo este ser superior a él y a sus posibilidades físicas consientes lo sacaba a cuestas del pozo; la experiencia le pareció completamente real y no podría explicar su salida del pozo de ninguna otra forma, pero fue él mismo, por medios desconocidos incluso para sí mismo y para todos, que logró por su propia cuenta salir del pozo. Es evidente, que muchos de nosotros, en nuestra imperfecta calidad humana, necesitamos continuamente la recreación de seres poderosos y superiores a nosotros, que nos ayuden a resolver nuestros propios problemas; les damos un nombre, una personalidad, un rostro, los veneramos, los vestimos y los armamos con virtudes, filosofías y hacemos todo lo que esté a nuestra disposición con el fin de agradarles; pensamos que de esos seres proviene nuestro éxito, y en caso de desagradarles o provocar su ira, nuestro fracaso y hasta nuestros castigos están asegurados. Los llamamos “dioses”, lo hay de mil sabores y colores, gigantescos y de bolsillo, blancos, negros, barbados y panzones, infantes y milenarios, sigan ustedes el que más los convenza. Hasta aquí llegamos hoy en su primera clase de Introducción a El hombre y sus Religiones.