Tuesday, May 10, 2011

Fueron las hormigas

¡Fueron las hormigas!, Un poco antes de las primeras migraciones masivas de humanos hacia Marte las hormigas fueron por casualidad descubiertas. La Tierra estaba a punto de colapsar, no era tan sólo la crisis climática, ni el hecho de que en una de las costas de Japón un tsunami había destruido parcialmente un reactor nuclear contaminando poco a poco, cielos, mares y tierra, sino que las condiciones económicas eran degradantes para la mayoría, los recursos habían estado muy mal repartidos y estaban prácticamente agotados y el sufrimiento se veía en cada esquina; los valores políticos eran casi nulos, pues la comunidad política estaba cínica y evidentemente a completa merced de las grandes corporaciones multinacionales, y por si fuera poco, el mundo estaba invadido de drogas, locura, ignorancia y enfermedad.

Las indicaciones de los gobiernos de los países más poderosos fueron dadas a partir de órdenes corporativas. Se percibió que era desafortunadamente necesario el rescate de todos los individuos aunque estos fueran económicamente pobres, ya que esto aseguraría que siempre hubiera una clase baja ocupando los puestos más degradantes y difíciles, y que siempre hubiera compradores dispuestos a continuar el ciclo de trabajar para ganar dinero y comprar. Una mano de obra, calificada o no, a la que explotar tenía que ser definitivamente transportada. Sin ésta horda de obreros sería necesario hacer una subdivisión y crear una nueva fuerza de trabajo a partir de los individuos más ricos y poderosos, y por supuesto, surgiría una nueva lucha de clases por el predominio y la hegemonía de la riqueza y el poder.

Todo estaba listo, las naves que habrían de transportar a los seres humanos estaban ya en sus posiciones de despegue, cuando miliares de pequeñas naves de una apariencia tecnológica muy avanzada, incluso superior a las naves humanas, comenzó a surgir de todos los escondrijos de la superficie terrestre y a desplazarse a velocidad luz hacia las estrellas. De las entrañas de la tierra y del concreto de las ciudades olvidadas, de las fisuras en las rocas y de los precipicios recónditos en el mundo entero, de entre las plantas y la basura, de entre los muros y las raíces agrietadas de todas las construcciones. A un grupo de la armada de un país poderoso se le dio la tarea de atrapar uno de estos pequeños artefactos para investigarlo, y al hacerlo y partirlo en dos como una colorida piñata, se descubrió en su interior una colonia gigantesca de hormigas. Lo sorprendente de todo esto es que éstos minúsculos insectos no eran invasores del artefacto, ¡sino los tripulantes! Lo hacían a partir de mecanismos de una tecnología desconocida, mucho más sutil y avanzada que la tecnología humana. Una especie de tecnología orgánica que podría hacer pensar a cualquiera que el artefacto metálico estaba también vivo y que respondía de alguna forma biomecánica a los estímulos provocados por las hormigas. En el tejido enmarañado del interior de la pequeña máquina podían reconocerse algunos mecanismos también utilizados por los humanos, grupos de ocho palancas adaptadas a los cuerpos de sus pequeños constructores y miles de botones de incomprensibles funciones por doquier.

El hallazgo resultó sorprendente pero de cualquier forma inútil y de poco interés para las necesidades apremiantes de ese momento. Y sí, las hormigas nos habían engañado, habían decidido permanecer ante la vista humana como insectos con características sorprendentes, sobre todo en sus estilos sociales y organizativos, pero aún así, nada más que insectos al final de cuentas. Nunca pudimos darnos cuenta de que en realidad eran seres, tan o aún más inteligentes que nosotros, construyendo sociedades muchísimo más complejas que la nuestra y utilizando nuestro trabajo para su beneficio, como parásitos fantasma que se aprovechan a costa de nuestro esfuerzo. Ahora, ellas también escapaban de este mundo en vías de colapso. Todo esto había sido descubierto a último minuto, un poco antes de partir, pero eso no tenía relevancia alguna ya, pronto estaríamos fuera de la Tierra y todo un nuevo mundo por descubrir estaría a punto de comenzar. Y vaya pues con esas industriosas hormigas.

El primer grupo de naves humanas aterrizó en Marte con gran dificultad. No sobrevivieron mucho tiempo sus cientos de miles de pasajeros, pues al llegar se encontraron con un recibimiento hostil de millones y millones de hormigas con terribles armas de tecnologías sorprendentes. Ellas habían llegado primero y habían puesto una nueva civilización en marcha y estaban dispuestas a defenderla, no tenían necesidad de esconderse de nosotros o de compartir los limitados recursos del planeta; ahora nosotros éramos los intrusos, la hierba mala que es prioridad erradicar. En la Tierra nunca fuimos buenos vecinos y vivimos tratándolas siempre como plaga intentando deshacernos de ellas en todo momento, nunca reconocimos su brillo ni apreciamos su inteligencia, ni siquiera la descubrimos, así que ahora recibíamos la recompensa a nuestra odiosa actitud hacia ellas. La humanidad completa tuvo que regresar a la Tierra, y ahí casi sucumbió a causa de los desastres naturales y todo lo demás. Después de los diversos cataclismos quedaron unos cientos de habitantes humanos en toda la faz del planeta, y ahora, poco a poco y a través de dolorosos esfuerzos, hemos aumentado esa cantidad a unos cuantos miles. Sin embargo, somos diferentes ahora, respetamos a todos y cada uno de los seres que aquí habitan, cuando alguien camina y cruza su camino con una hormiga, nos detenemos, y después de una pronunciada reverencia, la rodeamos y seguimos nuestro camino.