Monday, December 21, 2015

Las mariposas de Doña Sofía Irazusta

Terrible decepción, un artificio vulgar, sin embargo de creativo diseño, de sofisticada fabricación. Don Adán del Olmo, encumbrado señorón de los barrios del sur, se había enamorado prematuramente de Doña Sofía Irazusta, sentado en la mecedora de su balcón la había visto pasar un día, él mirándola sin reparo y de boca abierta (a pesar del cuidado que ponía en preservar su prestigiada posición social) ella meticulosamente desviando la mirada e intentando ocuparla en objetos superfluos que trataba no obstante como encantadores; a él se le había caído la bebida helada encima, el periódico, aparte de su pantalón, también se le había mojado y las noticias del mundo se le deshacían en pedazos de papel mojado entre sus manos; las barbas canosas, por lo común onduladas, se le habían alisado y colgaban de su cara como espaguetis sobre-cocidos. A tal desasosiego se había sometido. A ella, sólo una delicada y coqueta sonrisa se le había escapado de los labios. Y es que Doña Sofía Irazusta, una viuda recién llegada al barrio, no sólo era bella y elegante, no sólo portaba con ella las maravillas creadas por hombres que el dinero podía comprar, sino que al parecer, también era acosada a su paso por la belleza natural. A Doña Sofía Irazusta la seguían por doquier por lo menos una docena de mariposas multicolor. -El abuelo está enamorado y espía por la ventana todas las mañanas cuando pasa Doña Sofía y sus mariposas, y las manos le tiemblan, y la voz se le entrecorta, y comienza a decir tonterías, se vuelve un poco pesado, regresa a sus 17.- Que Don Adán del Olmo intentara hablarle le resultaba imposible, ella se veía tan majestuosa, tan perfectamente bella; qué diría su difunta esposa si él se dignara acercarse a ella. Pero Doña Sofía y sus mariposas vulneraban cualquier poder de auto-control y restricción que él mismo pudiera haberse impuesto, y desencadenaba el temor que sólo un hombre asomándose al precipicio del amor pudiera entender. La historia no es larga y lo que de súbito comenzó de igual forma se acabó. El vértigo producido por aquél enamoramiento se detuvo de pronto en seco como detenido por un muro imponente de roca maciza. Fuego de hierba seca dicen, que prende escandalosamente por sólo unos segundos y después como por arte de magia desaparece. No bastó más que hablar con Fermín Ibáñez para descubrir la terrible verdad. La confianza que se le tiene a un amigo y el buen consejo que por consiguiente uno recibe. -Pero Don Adán, usted que lee el periódico a diario debería de estar enterado de las modas tecnológicas. La docena de mariposas que siguen a Doña Sofía están irremediablemente atadas a ella, encarceladas virtualmente en una circunferencia de no más de cinco metros al rededor. ¡Tecnología japonesa de vanguardia! Un chip casi microscópico y un dispositivo eléctrico que llevan a cuestas las obliga a circunscribirse a ella. Cada vez que una mariposa se aleja un poco más del límite establecido, recibe una ligera descarga eléctrica que la hace regresar y mantenerse dentro del círculo donde su querida Doña Sofía es el centro- -De modo...- dijo Don Adán del Olmo, -...que las mariposas no tienen más remedio que acompañar a Doña Sofía en sus caminatas diarias por el parque- -Que tragedia, que abuso, que aberración de la belleza como tal. Que se tome nota Don Fermín, que la vanidad femenina no tiene límites. Algo que debería ser espontáneo se reduce a un curioso caso de tortura insectal- -Animal Don Adán, animal-

Al morir

Al morir (digo yo, que no soy nadie) uno se convierte en el último observador, que observa a un penúltimo y éste a un antepenúltimo y a una serie larguísima de observadores, hasta así, llegar al primer observador, el que colapsa todas las opciones en una y tangible realidad al tan sólo abrir los ojos y mirar su entorno. Al morir (digo yo, que no soy nadie) que como último observador uno pasa a formar parte de la consciencia universal, la que lo abarca todo, la materia y la energía oscura; intangible, immeasurable e invisible pero que manifiesta su fuerza y que todo lo contiene; y así el Universo crece y es cada vez más grande, a razón exponencial y directamente proporcional a la cantidad de seres que un día pasan de la vida a la mal llamada muerte.