Saturday, June 11, 2011

Las majestuosas formas de la clorofila

Crecen sus uñas, con menos mugre que su mente quizá, pero enroscadas crecen y afiladas se clavan en la tierra al caminar. Él es un vago, desde hace mucho tiempo que lo es, ya el mismo tiempo lo dejó caer en su oscura noche, pero hoy, sus huesos se volvieron fuertes, gruesos y de blancura inmaculada detrás de una piel cuarteada por el sol, que cubre a su vez, músculos enfermos de amnesia que se olvidaron de estar cansados. Su cuerpo entero, tripas que laten incluidas, se volvió resistente al frío y a la carencia de calor, también del calor que se jacta de ser humano. Al atardecer, su sombra como las uñas lo mismo crece, y alejándose cada vez más de él cuando está recargado contra el muro, se entremezcla con las incipientes penumbras que por la noche lo rodean, que siempre lo rodean, y así su larga sombra sale por la noche de paseo. Ahora su alma se divierte viajando por el mundo de los muertos y lo que queda en la oscuridad, es una respiración lentísima, es un pulso imposible de encontrar, es un cerebro inerte guardado en formol, son ojos fríos, ciegos, casi muertos, que permanecen por largo tiempo abiertos en pos de la nada, hasta que una mano invisible entrelaza a la fuerza sus pestañas de acero oxidado. Un vago cualquiera sería llamado, si a la mañana siguiente, con el sol de lleno sobre los jesucrísticos huesos de su cara, no le creciera de forma natural, espontánea y abundante, una larga barba formada por tréboles y musgo, por henos y diminutas florecitas, que de vez en cuando, cansado ya de que oscilante vaya colgando de la cara por su camino ajetreado, le hace fijar la mirada en un espejo estrellado, y con el esmero que puede quedarle a un vago olvidado, la examina con una triste paciencia. El vago Argumedo no se afeita la barba, se la poda a tirones de la cara. Y con la clorofila más verde se mancha sobre otras manchas la ropa que el jabón nunca levanta.