Thursday, September 29, 2011

Diciembre de 2012

De repente ya nadie quiere tener sexo sobre una cama. Todo el mundo, por lo menos las últimas generaciones, anda por ahí haciendo el amor flotando sobre las casas, sobre los coches, sobre los campos, en medio de las avenidas, a lado de las copas de los árboles o el alumbrado público, en lo alto de los edificios o bajo la tibia lluvia de verano. El mundo entero está inundado de jóvenes amantes que suspendidos en el aire, se comen a besos y se pulen a caricias. ¿Quién iba a pensar, que ese porcentaje del cerebro que no utilizábamos, cualquiera que haya sido, iba a contener en sí nuestra capacidad de levitar como respuesta a nuestra habilidad de amar y de sentirnos amados? “Ama y flotarás” lo había dicho el encabezado de una publicación científica de diciembre de 2012 a partir de que se dieron los primeros casos del fenómeno. Nunca se pensó que sería el principio de un suceso grandioso que alcanzaría escalas mundiales. La sociedad ha cambiado por completo a partir de ese entonces; los jóvenes sanos fueron enseñados con éxito a amar profunda y sinceramente para emular su capacidad de levitar. Lo lograron primero unos cuantos monjes budistas en laboratorios aislados y centros de neurociencia especializados. La noticia fue difundida en todo el mundo y hubo una razonable reacción de incredulidad, pero mientras los resultados se hacían cada vez más evidentes la gente y los medios en general recibieron la noticia con grandes expectativas y exacerbada emoción; después de un continuo desarrollo y perfeccionamiento del proceso lo lograron unos cientos de jóvenes más, ésta vez no sólo en laboratorios sino que comenzaron a darse casos aislados, algunos en la gran ciudad de algún país, otros en alguna pequeña comunidad perdida entre las montañas, aquí y allá hubo cada vez más jóvenes que fueron capaces de cumplir uno de los más anhelados sueños de la humanidad; un poco más tarde fueron miles, y hoy en día son millones de jóvenes en todo el mundo han sido capaces de dominar esta función de su cerebro. El acontecimiento fue una reacción en cadena, como una epidemia benigna brotando eficazmente en todos los lugares del planeta, y contagiando a los individuos sanos y capaces de amar. Muchos otros permanecieron; sin embargo, con los pies en la tierra, no precisamente por su capacidad de ser realista, sino por su incapacidad de flotar. Algo había pasado en su cerebro que les impedía flotar. Razones había bastantes, miedo, odio o algún tipo de lesión cerebral, los adictos a alguna sustancia tóxica o los que desgraciadamente habían sufrido algún traumatismo. Por lo tanto, y así también de repente, la salud dejó de ser un lujo y se convirtió en un seguro para procurarse el éxtasis sexual, en una forma de asegurarse el disfrute de un infinito placer. Mucha gente comenzó a evitar drogas y demás adicciones, pero los adictos que no lo lograron pasaron a ser los nuevos ciegos, los nuevos cojos, los nuevos mancos; por eufemismo se les llama “gente con los pies en la tierra”, pero para la nueva verdad biológica del ser humano, no son más que simples inválidos, que desde el suelo observan tristes y envidiosos a los amantes que extasiados flotan sobre ellos. Ha nacido también, como producto de ésta situación evolutiva del ser humano, la “Erología” como ciencia oficial encargada de estudiar las relaciones entre el amor y las funciones cerebrales, y las posibilidades de acrecentar el placer erótico, que no sólo es estrictamente humano, sino que también es muy sano y de gran beneficio para los individuos y para la colectividad. Estar sano y amar flotando, flotar amando, ése era el cambio dramático que el mundo esperaba en el 2012. Ya era hora de que el mundo volviera a estar regido por la ternura, el amor… y el placer.