Wednesday, November 22, 2017

Tres Pedos

- Derechos y Libertades -

 Voluminoso y seboso se sentó a mi lado, como una inmensa gelatina de carne chorreando sudor, a cada movimiento reacomodando incontables pliegues de carne y reestructurando la forma de su cuerpo entero, podría jurar que el hombre tenía lonjas hasta en los tobillos. Además, otras características que hacían especial el de ya exótico fenotipo del individuo, eran sus ojos pequeños y no muy inteligentes, un tanto opacos, guardando quizá un odio antiguo, enmarañado en memorias difusas y primigenias, quizá de su infancia, quizá de su adolescencia. Muy posiblemente, alcancé a adivinar, se trataba de una bestia urbana, fácilmente me lo imaginé de camisa y corbata, con manchas de catsup en los pantalones, con galletas y chocolates guardados en el escritorio, clips de papel entre moronas de papas fritas, a merced de un jefe autoritario, como los hay tantos en las oficinas de la ciudad; en casa poco o nulo el sexo y la convivencia familiar, con hijos avergonzados de él y de su condición física; Analizaba en silencio al sujeto en cuestión cuando éste decidió eructar, un eructo sonoro, abundante, produjo un eco húmedo, apagado, igual que sus ojos. La masiva gelatina de carne no pidió disculpas ni de excusó de alguna forma, mantuvo la mirada baja y las manos sobre lo que supongo eran sus piernas. Bajo el entendido de que él entendía un sauna como territorio de hombres, donde uno se revela tal y como es y deja a un lado buenos modales y apariencias sociales, acepté con gusto las tácitas condiciones y solté sin remordimiento ni angustia un rezumbante pedo, que si hubiera sido visible hubiera serpenteado y remolineado por el cuarto de vapor entero como una gran culebra con alas hasta perder fuerza y desvanecerse por completo. La gelatina de carne me miró con una mueca de disgusto, jadeó un poco más rápido, levantó la mirada, esperó tres segundos y el muy imbécil se atrevió finalmente a decir: -Eso es asqueroso- Le regresé la mirada, cívicamente sonreí, le devolví los tres segundos de espera y tan cortés como pude respondí -Yo soy vegetariano, no como más que legumbres y algunas semillas, mi estómago procesa todo con ayuda de agua pura y té de menta y otras plantas aromáticas, así que mis pedos no son más que el inofensivo aroma de verduras al vapor, delicioso (aseguré), por el contrario, y a juzgar por su apariencia, sus eructos están compuestos de lácteos en descomposición, carne en proceso de putrefacción, grasa burbujeante en constante ebullición y demás alimentos en eterno proceso de fermentación. La gelatina de carne, perturbada y ofendida, quizá un poco amedrentada por mi respuesta o pensando que no tenía forma de refutar mi argumento se levantó con dificultad y salió del sauna. Vaya pues señor, con sus eructos, su mundo de oficinista y su intolerancia a otra parte.

 - Materias Primas -

Hacía frío, lo entiendo bien, cubrirse un poco en invierno dentro de las vitrinas de cristal en la parada del autobús es un derecho que a nadie se le niega; “irrefutable” si incluso se permite el adjetivo. Todo iba bien; las formas básicas de cortesía y de civilidad habían, si no sido seguidas a la perfección, por lo menos guardadas de la forma moderada que conviene a dos extraños en una parada de autobús. Los buenos días habían sido intercambiados. Todo iba bien, había ya mencionado, hasta que encendió un cigarrillo. Señora en extremo arrugada de unos 60, quizá de una piel demasiado sensible, blanca y llena de manchas, posiblemente antiguas batallas libradas entre su piel y el Sol. Cabello multicolor, causa no de matices tornasol o destellos irregulares de la luz de invierno a través de la ventana, sino de vulgares enmiendos de tinte de cabello sobre otro y sobre otro. Cigarro en mano y bolsa de plástico del supermercado en el brazo opuesto, la bolsa llena de paquetes de macarrón con queso de microondas y bebidas energéticas, muy posiblemente su dieta cotidiana y la de los suyos. Me miró y esquivó mi mirada al instante como para no tener que enfrentar alguna mirada inquisidora que pude haber dado: “Fumar dentro de la vitrina de una parada de autobús al lado de un extraño es de lo más normal y no es considerado grosero o poco amable” o quizá “Ni te atrevas a decirme nada que hace frío y no pienso apagarlo”. No pude contener una cierta ira y contrarresté lo que consideré una afrenta con un pedo largo, silencioso, mimético en su avance, de carácter asombrosamente expansivo; una bomba química, sigilosa, letal, asfixiante. La señora arrugada, impedida ya la respiración a causa del agobio causado por las neurotoxinas de mi expulsión, apagó de golpe su cigarro contra la pared de cristal, me vio y me llamó “cerdo”. -Querida señora arrugada- le contesté siguiendo el estándar de amabilidad iniciado por ella. -un pedo no es más que pequeñas cantidades de hidrógeno, dióxido de carbono y metano; estas sustancias en cantidades extremas podrían ser peligrosas, pero en la infinitésima cantidad en que las acabo de producir sugerir un efecto dañino resultaría ridículo e irrisorio; sus vías respiratorias están idénticas tanto antes como después de mi pedo; por el contrario, el humo de su cigarro contiene, mi arrugada madame, alquitrán, monóxido de carbono, óxido de nitrógeno, cianuro de hidrógeno, amoniaco y algunos compuestos radioactivos entre otros. Mi pedo es tan sólo un David enfrentado a un muy incrementado Goliat. Y usted acaba de llenarme los pulmones de porquería esta mañana.- Pensaba continuar y darle el tiro de gracia con un pedo más que rascaba ya mis entrañas, pidiéndome salir cual bebé que patea el vientre materno antes de nacer, pero afortunadamente para ella llegó mi autobús; al sentarme me asomé por la ventana y vi a la señora arrugada encendiendo otro cigarrillo mientras me acribillaba a muerte con los ojos.

- Propiedades Subacuáticas -

Una burbuja bajo el agua es un vehículo que transporta su contenido hasta la superficie; al llegar a ésta el vehículo pierde su forma y esencia y libera su contenido dejándolo dispersarse e integrarse con el medio ambiente sin más restricciones ni límites que la contengan. Compartía pues yo, el pequeño jacuzzi del hotel con una pareja y sus tres hijos; de haber sido menos de 15 minutos lo habría dudado pero llevábamos por lo menos una hora y media de agradable plática y muy seguramente tenía que ser así. La pareja, de carácter profesional y educada en las artes de la ingeniería, se disponía a vacacionar a unas seis horas en carretera de ahí pero habían decidido hacer una pausa y pasar la noche en el pequeño hotel. Por mi parte yo había tenido que visitar la localidad a causa de trabajo. Los tres niños jugaban, chapoteaban, buceaban y se salpicaban entre ellos y hacia todas direcciones, de antemano los padres me pidieron disculpas con sonrisas amables y con una delicada reprobación por lo que hacían sus hijos; y fue aquí que un nutrido tema de conversación sobre las condiciones económicas y políticas del país pareció agotarse y sentí que dadas las condiciones podía ser excusado de soltarme un pedo. Evidentemente se transportó a la superficie en una enorme y lenta burbuja que ascendió bailoteando hasta liberar su carga. Quizá la lentitud de la burbuja se debió a que los tres la contemplamos reflejando la luz de las lámparas bajo el agua, ascendiendo se desarrollaba y cambiaba sus contornos irregulares al avanzar, como si el líquido no fuera agua sino aceite haciendo difícil el progreso del avance de la burbuja hasta la superficie. La pausa de la plática se hizo aún más incómoda, pero agradezco a mis interlocutores el no haber reanudado la conversación con una crítica, una queja o una ofensa sino con tranquilidad, tacto y utilizando un tono meramente investigativo aunque un tanto irónico - ¿Fue eso un pedo? - preguntó el caballero con una sonrisita maliciosa mientras su esposa buscaba un pretexto para voltear la cara hacia otro lado. A lo que contesté simplemente -Si, lo fue-, -¿Y no le da pena tirárselo frente a nosotros?- Quizá sus logros académicos lo habían hecho un hombre que no se queda callado frente a lo que le molesta pero aborda la insatisfacción con decencia y amabilidad diplomática. A lo que, en un tono un poco más filosófico, respondí lanzando también una pregunta -¿A usted no le da pena que en ésta pequeña tina de hidromasaje o jacuzzi si así gusta llamarle, llevemos por lo menos una hora y media conversando y sus tres hijos, que al parecer no tienen más de seis años, no hayan ido al baño en ninguna ocasión? Podría fácilmente inferir que los tres han ya orinado a gusto una o varias veces dentro de la tina transformando esto en un caldo de meados además de otros fluidos corporales. Mi pedo fue transportado desde el fondo, llevado a la superficie y después de ser liberado se integró ya al ambiente. Muy posiblemente haya ya sido absorbido y expulsado por el sistema de ventilación del hotel; lo que hace un minuto fue parte de mí ahora flota y se dispersa fuera del hotel libre de hacer lo que plazca a su hedionda voluntad, no está más aquí y no ha causado daño a nadie; por el contrario ha dado un nuevo tema del que conversar, y aunque cierto es que los orines de sus hijos tampoco nos han causado el menor daño, el hecho es que seguimos sumergidos en ellos, la pipí de los pequeños sigue en contacto con nosotros y se acumula con el pasar del tiempo. La mujer, quizá con deseos de refutarme, de probar mi equivocación preguntó inmediatamente a los niños si sentían ganas de ir a hacer pipí, a lo que al unísono contestaron que estaban bien y que no era necesario; la pareja intercambió miradas y al igual que los orines el silencio incómodo nos envolvió nuevamente.

No cabe duda que, permitiéndome modificar el dicho para cuadrar en contexto, es más fácil ver el pedo en el culo ajeno.

Puto el que lo lea

-Un chamaquito cualquiera- dice doña Isadora, -uno de esos vaguitos de la prepa 24 que no tienen nada que hacer más que estar jodiendo al prójimo - Asegura ella que lo vio, -con mis propios ojos - reitera. “Puto el que lo lea” -y cuando lo vi no le di mucha importancia pero sí me fijé bien bien quién era porque lástima, acabandito de pintar, todo blanquito que estaba - Y dice doña Isadora que el chamaquito cualquiera era el hijo de don Genaro el de la ferretería; y que andaba por ahí el muy salsa demostrando lo machito que era, y que la Antonia, la muchachita de Mercedes y él se la pasaban besuqueándose en la esquina después del colegio. No era más que unos cuantos metros de muro blanco, nada a los costados, - Justo el terremoto del Jueves había derrumbado el resto del muro menos esos diez metros, de la contención que tenía la cancha de fut sólo quedó, diría yo, más o menos eso, pero recién pintadito lo viera; tanto tiempo que había estado lleno de propagandas políticas y justo ahora que lo habían pintado se había casi completamente derrumbado.- Doña Isadora hace una pausa para subirse las mangas de la blusa -Y para acabarla de fregar el graffiti que puso el chamaquito ese. “Puto el que lo lea” decía. Y como el primero que lo lee es el que lo escribe pues me imagino que él mismo se echó la maldición encima ¿no? Que hasta la muchachita de Mercedes se quedó toda cabreada porque el chamaquito ya no la volvió a buscar. Y que se volvió gay como dicen que se dice ahora ¿no? Putito pues.- -Homosexual doña Isadora- - Sí pues, homosexual o como se diga, pero él fue el primero de muchos oiga, porque después todo el mundo que pasaba por ahí y lo leía pues también se volvía gay ¿ve? Menos el bruto de don Joaquín que nunca aprendió a leer. Y hombres así, bien machitos que yo conozco desde hace muchos años y que yo aseguraba que les gustaban las mujeres de repente se volteaban ¿ve? Ahí está don Gildardo esposo de Estelita, y Sebastián, al que le dicen El Piojo y que dizque entrenaba box, y Guillermo el peluquero que hasta dejó a la mujer y salió de su casa con uno rete joto que lo vino a buscar un día; y hasta que alguien comprendió - Se rasca la pantorrilla doña Isadora - que lo que estaba en el muro se volvía realidad, como hechizo pues, como brujería ¿no? - Si hay muñecos vudú que causan en la persona con la que guardan el vínculo lo mismo que le pasa al muñeco, entonces ¿por qué no con un muro, y con todo un vecindario? -¡Un muro vudú oiga! Hasta que Don Gildardo, que ya era re-putito, cubrió el graffitti de nuevo de blanco y escribió lo contrario: “Erosexual el que lo lea”- -He-te-ro-sexual doña Isadora- -Sí pues jóven; he-te-ro-sexual, y no porque a don Gildardo le disgustara su nueva preferencia sexual, pos allá él ¿no?, ya estaría de dios, y bien que se las aflojaba a Sebastián dicen, sino porque le trajo problemas con la familia, el trabajo, los hijos le dejaron de hablar dicen. Pero ahora ocurrió lo contrario, a Joaquincito que desde chiquito fue muy afeminadito, después de leer el nuevo letrero le empezaron a gustar las muchachitas; y sorprendida la Adela que siempre había dicho que qué guapo el Joaquincito y que qué desperdicio pudo por fin cumplir su sueño de andar con él ¿se fija?. El chiste, para no hacerle el cuento largo, es que lo volvieron a cubrir de blanco, que porque era peligroso, que qué brujería era esa, que mejor dejen eso quieto, y unos quisieron permanecer así gayses…- Gays doña Isadora- -Sí pues, gays, y allá cada quién ¿no? Y otros quisieron regresar a su estado normal. Pero lo importante de todo esto es que se descubrió que lo que se escribía en el muro se volvía realidad ¿ve? Y los vecinos al caminar por enfrente apresuraban el paso, y veían al muro sólo de reojo aunque ya estaba otra vez pintado de blanco, y se persignaba la gente oiga.- Doña Isadora se persigna ella misma como para enfatizar - Fue hasta un día que un borrachito de esos que se queda tirado en la banqueta se orinó en el muro, y fue el día que se dejó caer esa lluvia ácida tan hedionda en todo el barrio ¿se acuerda? Que hasta los pajaritos andaban ahí cayéndose muertos en las banquetas bajo los árboles. La gente que no sabía le echó la culpa quesque a la ceniza del volcán, pero nosotros los vecinos sabíamos que había sido la meada del borrachito ese en el muro. ¡Jesús! - Y don Gildardo que ya tenía el cuento del muro bien contado le echó 2, 3 cubetadas de agua para lavarlo dijo, y fue cuando llovió harto y se inundó la colonia ¿ve? Hasta que pusieron unas piedras alrededor, los mismos tabiques de la sección del muro caído y unas varillas y unos costales de cascajo y unos colchones viejos para que nadie se le acercara al muro otra vez, que buenas que malas intenciones mejor que lo dejaran en paz, y se turnaron los vecinos para vigilarlo hasta hacer una junta de vecinos y decidir qué hacer con el muro. ¡Ay, ni le ofrecí nada! ¿un tesito, un cafecito?- -Un cafecito doña Isadora- -Pero ¿se acuerda de Matías? - -Matías… Matías…- -¡Matías! El viejo panzón ese que era miembro del partido político que anduvo repartiendo su basura el año pasado, ¿ya se acordó? - -Ah, sí sí doña Isadora, tengo una bolsa del mandado con su cara, cada vez que la veo se me quitan las ganas de ir a comprar jeje- -Pues mire que ese viejo panzón anda ahí metido en ese partido y llamó a sus colegas y un día vinieron unos fulanos así de traje del ayuntamiento pero con cara de criminales oiga, yo como tengo la ventana aquí enfrentito y como mi Beto ya falleció el pobre pues me la paso viendo ¿ve? Pero no crea que soy chismosa. - -¿Cómo cree doña Isadora?, es la responsabilidad de buena vecina de mantener ojo vigía a lo que pasa en la calle.- -Pues mire que sí. Y como le decía, vinieron esos fulanos y estuvieron platicando ahí frente al muro, y quién sabe que tanto decían y le revisaban, unos lo midieron con una cinta, los otros analizaron los tabiques caídos, sacaban muestras de polvo y de cemento, vaya usted a saber; hasta le tomaron fotos al muro ¿ve? Y yo me cubría aquí con la cortina detrás de la ventana para que no me fueran a ver, Y después de una buena media hora que estuvieron ahí se fueron comportándose así medio misteriosamente.- -¿Y a dónde iban doña Isadora?- -Pues no sé, sabrá dios, se metieron a un restaurante caro dicen, que salieron alcoholizados y que uno hasta le dio una patada al perrito de Isaura, que aún cojea pobrecito lo viera; pero lo que sí es que algo se planearon ahí dentro porque don Matías, el viejo panzón ese, comenzó a decir muy enérgicamente en la junta de vecinos que le dejaran el muro a los del ayuntamiento, que ellos sabían mejor que hacer, que mejor ni meterse, que por la seguridad de todos, Y no es que no le hicieran caso ni lo tomaran en cuenta pero los vecinos serán locos, tendrán sus problemas o a veces andarán de genio pero ya habían hecho una lista de buenos deseos para pintar y escribir en el muro y que se volviera realidad; que una escuela grandota llena de hartos salones para los muchachos, que un hospital nuevo, que trabajo para los que no tenían y que un mejor salario para los que ya tenían, que la cura de las enfermedades de los vecinos, habían los que hacían peticiones sólo en su favor ¿ve? Pero se les restringía, que pidieran pero con la condición que no hubiera duda de que la petición era para el bien de todos; La mayoría de la gente reunida en comunidad muestra un buen corazón. ¡Ay, ya debe estar su cafecito- -Gracias doña Isadora, ¿dónde está su baño disculpe?- -Ahí al final del pasillo frente a los costales esos- Doña Isadora saca una cacerola, la puerta del refrigerador lleno de imanes de frutas y verduras, el maíz con sacatitos para imitar el pelo de elote; pone la cacerola al fuego con un poco de agua -Entonces don Matías, ese viejo panzón, al ver que el resto de los vecinos lo había excluido empezó a berrear ¿ve? Que no compañeros, que allá ustedes, que meterse con asuntos del ayuntamiento les traerá problemas, que cuidado con las multas y las sanciones, y el muy mierda que yo hasta podría salir perdiendo la pensión de mi Beto. La gente sí se asustó oiga, pero al final se mantuvo firme y valiente y le dijeron al panzón de Matías que la barda ni había sido construída por el ayuntamiento sino por ellos mismos, y que por consiguiente correspondía a ellos decidir qué se hacía con ella, o con lo que quedaba de ella ¿verdad?. Al siguiente fin de semana…- -Disculpe doña Isadora, ¿no tendrá azuquitar?- -Ay qué vergüenza, ahoritita mismo se la doy, es que mi Beto se lo tomaba así sin azúcar y pues me acostumbré.- -No hay cuidado doña Isadora, gracias.- -Al siguiente fin de semana se planeó lo del muro, se juntarían los vecinos por la mañana, unos les tocaría llevar la pintura, otros las brochas, unos dibujarían con lápiz los trazos y otros los rellenarían de pintura ¿ve?, a mí me tocaron las gorditas, y la esposa de don Chema dijo que prepararía un pozole si Laura le prestaba las cazuelas de barro de su negocio. El doctor juntó las firmas y sólo faltó la de panzón de Matías que se fue echando fuego del hocico pues. Y entonces sucedió lo del segundo terremoto, el siguiente Martes ¿se acuerda?, y lo que quedaba del muro se cayó completamente.- -Híjole doña Isadora, y que se quedan sin su muro de los deseos ¿no?- -Pues sí oiga, y buenos deseos viera usted, buenos para todos, para la comunidad, para los muchachos; a mí me hubiera tocado atención médica de calidad. Pero los del ayuntamiento y ese panzón desgraciado de Matías regresaron a intentar colocar de nuevo el muro, y no todo el muro sino sólo la parte que había permanecido en pie después del primer temblor; trajeron albañiles y les dieron instrucciones para que quedara como antes, los albañiles no entendían por qué habían de dejarlo incompleto y así como medio derrumbado de los costados, pero así, igual sin entender, tuvieron que seguir las órdenes de los del ayuntamiento; y al final lo pintaron de blanco nuevamente y los del ayuntamiento comenzaron a escribirle cosas, enunciados completos siempre con el nombre del delegado en mayúsculas, pero al parecer por más que lo intentaron nunca les dio resultado, nunca se les hizo nada realidad, se mostraban frustrados en sus intentos y agresivos contra nosotros, se nos impidió el paso y muchos tuvieron que rodear la cuadra para llegar a sus casas. Al final se rindieron y así lo dejaron, no construyeron el resto del muro ni quitaron los retenes que habían puesto, tan sólo se fueron y no volvieron más. Despidieron gente en el ayuntamiento, por eso que el panzón ese del Matías ahora anda sin trabajo. ¿rico el cafecito?- -De perlas doña Isadora- -Y así lo que le cuento ¿ve?- Doña Isadora suspira y con sus manos arruga sin motivo su delantal. -¡Ay, Mexicanos al grito de guerra… al sonoro rugir de un temblor!... ¿Se echa un tamalito?-

Educado

Podría llegar a pensarse del que anda por ahí de educado que esconde algo, que no son transparentes sus intenciones, que meticulosa y laboriosamente ha preparado complejos artilugios y los ha escondido o mimetizado, y los ha hecho acoplar con lisura en una fachada de generosidad y cortesía; su fin, misterioso y probablemente seductor; quizá hasta peligroso; pero ser peligroso, poner entonces en riesgo el bienestar de otro es considerado un hecho de pésima educación. Sería más educado quizá el ser aburrido, no ofrecer reto alguno al desciframiento de las intenciones propias, ser transparente y revelarse de inmediato al ojo del que pretende analizar y finalmente hacer una evaluación; pero siendo aburrido se corre el riesgo de ser negligente, indiferente al humor ajeno, de hacer entender al otro que no se aprecia su compañía, quizá arrogante, grosero, y la grosería es siempre considerada una falta de educación. -Don Luis…- recomendó Martha, -no sea pues un aburrido, pero tampoco ande por ahí de educado.-

Las leyes apócrifas del azar y la coincidencia

Dos ancianos que juegan al ajedrez, sombras diurnas de una vieja ciudad desparramándose sobre un desierto que parece lunar, quizá uno más altivo, de impecables barbas solemnes pero que parecen otorgarle el defecto de la arrogancia; la metrópolis es la que talló el viento sobre la arcilla, la que conformaron los andares de los mercaderes, rebaños y soldados de antaño sobre sus calles de polvo y hueso; las piezas del ajedrez se desplazan pues por una cuadrícula marfil y ébano rodeada por un perímetro de algún material acaso similar al estaño. Por las leyes apócrifas del azar y la coincidencia los ancianos repiten exactamente y sin saberlo, turno a turno, una partida antigua entre un rey Sirio y un viajero que apostaba a ganar el derecho al refugio, al perder la partida fue despojado de sus posesiones y de su vida, sus ropas y animales fueron entregados a los comerciantes. Los ancianos ignoran esta terrible casualidad. Se engendra entonces, quizá a manera de un mecanismo de ignición a partir de dicha coincidencia, la chispa que enciende las fauces de una deidad volcánica que después de dormir por más de un millón de años abre las puertas de su habitación ígnea, se ilumina su rostro y sonríe; Los acontecimientos siguientes están ligados a esta causa; dos caracoles se enfrentan a muerte en una batalla lenta y silenciosa, la Luna irrumpe y genera sobre la hierba ocre la colisión de un par de sombras largas y difusas en sus contornos. Dos gotas idénticas, no por su forma sino por su constitución salina, escapan de las fuentes que las emanan; la lágrima de un astronauta que se libera en el espacio y que refleja en su totalidad al tercer planeta; la otra gota, el sudor de un esclavo desterrado y enviado al desierto, cae desde su sien y se filtra por días en la arena hasta encontrarse y converger con un arroyo profundo y secreto; habrá de hablar sólo a la gente que lo escucha en un manantial Egipcio donde los hombres de poca fé lavan sus pecados e imploran el perdón. Dos ejércitos de caballos de mar con jinetes invisibles, galopando a flote, sacudiendo sus crines inmersos en una contienda marina; sin saberlo recrean una antigua batalla medieval a causa de la cual sucumbieron los imperios del norte y que, tras su caída, dejaron expuesta y a merced del reino del sur la gran biblioteca imperial consumida por las llamas del fuego y después del olvido. Siete siglos de ignorancia habrían de seguir. Un par de notas discordantes en un concierto clásico que un viejo considera genial y que lo hace conmoverse hasta el alma, suspira, llora de regreso a casa, besa el retrato de su hija menor; ésta noche morirá al preparar su cama; la melodía no dejará de dar vueltas en su cabeza, aún después de muerto. La colisión de un par de estrellas en una galaxia increíblemente lejana que dará lugar a una versión diferente del tiempo y del espacio. Una paradoja cósmica, un error en las leyes de la naturaleza, la implosión irremediable del Universo entero y el retorno a cero, una fracción de segundo donde no hay espacio ni tiempo. Una gota única que se ha engendrado en las entrañas de una nube miserable cae sobre la frente del anciano arrogante. - Está por llover, continuaremos la partida en otro momento - comanda. Y el mecanismo se detiene, y nunca sucede lo que ya había sucedido. Cae la tarde, otras nubes de más carácter se han juntado y engullido a la nube mediocre. Llueve a cántaros sobre la ciudad y sobre el tablero de ajedrez, las piezas se han caído y su disposición original se ha perdido, en la tierra se salpican de lodo; los ancianos nunca la recordarán. La paradoja cósmica se deshace y detrás de las nubes grises el Sol emite tímidos rayos de luz.