Tuesday, December 21, 2010

A Chuchita la Bolsearon

Nadie podría en verdad decir a qué tipo de maldición se encuentra sujeta. No es porque su nombre sea el de aquél quien debe de haber sido reverenciado ya por más de 2000 años en el mundo occidental. Jesús le decían a él en ese entonces, y Jesusa a ella ahora, Chuchita de lo que dicen, es cariño. Ella siempre carga un bolso y lo único que lleva es un par de llaves de puertas que no sirven, una servilleta usada por un par de labios con exceso de labial carmín y una empanada a medio camino. Sin embargo, a ella constantemente la bolsean, Para ser bolseado hay que traer cargando una bolsa, y la de Chuchita carece de interés, tanto por dentro, como se explicó anteriormente, como por afuera como se explicará a continuación. Y es que la bolsa de Chuchita no sólo parece vieja, sino que lo es, no sólo tiene las partes que la unen y conforman desunidas, sino que ya tiene hoyos, por lo que más que una bolsa parece una coladera, o un gran pedazo de queso Gruyere colgante que se antoja sólo a las manos de ávidos sujetos dispuestos a bolsear. Y por si esto no fuera suficiente tenemos una gran y ruda realidad que se deriva de esta, ahora ya, tradición de eventos desafortunados, ya que a partir del hecho de que a Chuchita la bolsean, es que mucha gente se libra de castigos. Y si, por eso llegué tarde, por eso es que no hice la tarea, por eso es que me encontraste con otra mujer o incluso con un hombre, por eso es que toda la vida me la paso equivocándome. Y Chuchita y su desafortunada condición de persona bolseada es siempre el pretexto perfecto para todos. Aunque ella no haya estado ahí, aunque ella no se haya siquiera enterado, ni siquiera por medio de terceros, gente chismosa estos terceros que en su afán de ser los primeros dicen lo que no deben, y lo que deben lo distorsionan y lo vuelven ponzoñoso, aunque Chuchita ni si quiera los conoce. Vuelve a cocer la bolsa Chuchita, la vuelve a llenar de chucherías y vuelve a salir a la calle. Pero por qué no Chuchita deja su bolsa en casa para que ya no la bolseen se pregunta en los diferentes barrios, pero no es opción que parezca justa para Chuchita cambiar sus hábitos para mejorar la situación, es necesario hacer que los hábitos de bolsear cambien, o bien, por lo menos los de pretextarse unos con los otros. Así un día que se convierte en noche sube Chuchita al estrado. Es la feria del pueblo, en donde tienen lugar asegurado los músicos folklóricos, los que por coincidencia mundial siempre cantan a lo que se supone que es el amor, en donde se llevan a cabo los ritos sociales más espeluznantes. Las orgías de risotadas hechas de alcohol y de saliva manchada de tabaco, las miradas tiesas sobre pezones blandos y faldas fáciles de levantar, las patadas sobre perros mal nutridos que tan sólo buscan alimento en bolsas vacías pero sí bien manchadas de grasa. Las viejas detectoras de supuestas inmoralidades y cazadoras de toneladas de chismes que luego las hacen explotar en fugas de ira. Después de tanto necear al anunciante él la deja tomar el micrófono, y Chuchita con voz que como el cristal se quiebra libera con algo de llanto sus palabras, las primeras, como hormigas que corren hacia la audiencia y subiéndose por los pies y piernas, estremecen los cuerpos y avivan los oídos, las segundas como serpientes que se deslizan y a algunos causan terror aunque a otros tan sólo alertan. Las terceras son aún más fuertes, quizá una docena de perros de pelea hambrientos y desquiciados, éstos lastiman y hieren a los oyentes, y también a los videntes, que no entienden lo que oyen sino tan sólo lo que ven. Por qué me toman como pretexto, por qué mi penosa situación, la de ser siempre bolseada les sirve para disculpar sus errores, descuidos y tonterías. Dejen ya de agredirme y utilizarme como escudo, mi situación tiene ya un peso lo suficientemente insoportable como para que ahora también me usen de pretexto. Las últimas palabras, las de una estampida ruidosa y poderosa de elefantes asustados arrasan con la gente de la plaza. No me torturen más, no quieran verme muerta, aunque yo, Jesusa, como Jesús hace 2000 años, sirva con mi desgracia tan sólo para limpiarles sus sucios pecados.

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