Wednesday, November 22, 2017

Tres Pedos

- Derechos y Libertades -

 Voluminoso y seboso se sentó a mi lado, como una inmensa gelatina de carne chorreando sudor, a cada movimiento reacomodando incontables pliegues de carne y reestructurando la forma de su cuerpo entero, podría jurar que el hombre tenía lonjas hasta en los tobillos. Además, otras características que hacían especial el de ya exótico fenotipo del individuo, eran sus ojos pequeños y no muy inteligentes, un tanto opacos, guardando quizá un odio antiguo, enmarañado en memorias difusas y primigenias, quizá de su infancia, quizá de su adolescencia. Muy posiblemente, alcancé a adivinar, se trataba de una bestia urbana, fácilmente me lo imaginé de camisa y corbata, con manchas de catsup en los pantalones, con galletas y chocolates guardados en el escritorio, clips de papel entre moronas de papas fritas, a merced de un jefe autoritario, como los hay tantos en las oficinas de la ciudad; en casa poco o nulo el sexo y la convivencia familiar, con hijos avergonzados de él y de su condición física; Analizaba en silencio al sujeto en cuestión cuando éste decidió eructar, un eructo sonoro, abundante, produjo un eco húmedo, apagado, igual que sus ojos. La masiva gelatina de carne no pidió disculpas ni de excusó de alguna forma, mantuvo la mirada baja y las manos sobre lo que supongo eran sus piernas. Bajo el entendido de que él entendía un sauna como territorio de hombres, donde uno se revela tal y como es y deja a un lado buenos modales y apariencias sociales, acepté con gusto las tácitas condiciones y solté sin remordimiento ni angustia un rezumbante pedo, que si hubiera sido visible hubiera serpenteado y remolineado por el cuarto de vapor entero como una gran culebra con alas hasta perder fuerza y desvanecerse por completo. La gelatina de carne me miró con una mueca de disgusto, jadeó un poco más rápido, levantó la mirada, esperó tres segundos y el muy imbécil se atrevió finalmente a decir: -Eso es asqueroso- Le regresé la mirada, cívicamente sonreí, le devolví los tres segundos de espera y tan cortés como pude respondí -Yo soy vegetariano, no como más que legumbres y algunas semillas, mi estómago procesa todo con ayuda de agua pura y té de menta y otras plantas aromáticas, así que mis pedos no son más que el inofensivo aroma de verduras al vapor, delicioso (aseguré), por el contrario, y a juzgar por su apariencia, sus eructos están compuestos de lácteos en descomposición, carne en proceso de putrefacción, grasa burbujeante en constante ebullición y demás alimentos en eterno proceso de fermentación. La gelatina de carne, perturbada y ofendida, quizá un poco amedrentada por mi respuesta o pensando que no tenía forma de refutar mi argumento se levantó con dificultad y salió del sauna. Vaya pues señor, con sus eructos, su mundo de oficinista y su intolerancia a otra parte.

 - Materias Primas -

Hacía frío, lo entiendo bien, cubrirse un poco en invierno dentro de las vitrinas de cristal en la parada del autobús es un derecho que a nadie se le niega; “irrefutable” si incluso se permite el adjetivo. Todo iba bien; las formas básicas de cortesía y de civilidad habían, si no sido seguidas a la perfección, por lo menos guardadas de la forma moderada que conviene a dos extraños en una parada de autobús. Los buenos días habían sido intercambiados. Todo iba bien, había ya mencionado, hasta que encendió un cigarrillo. Señora en extremo arrugada de unos 60, quizá de una piel demasiado sensible, blanca y llena de manchas, posiblemente antiguas batallas libradas entre su piel y el Sol. Cabello multicolor, causa no de matices tornasol o destellos irregulares de la luz de invierno a través de la ventana, sino de vulgares enmiendos de tinte de cabello sobre otro y sobre otro. Cigarro en mano y bolsa de plástico del supermercado en el brazo opuesto, la bolsa llena de paquetes de macarrón con queso de microondas y bebidas energéticas, muy posiblemente su dieta cotidiana y la de los suyos. Me miró y esquivó mi mirada al instante como para no tener que enfrentar alguna mirada inquisidora que pude haber dado: “Fumar dentro de la vitrina de una parada de autobús al lado de un extraño es de lo más normal y no es considerado grosero o poco amable” o quizá “Ni te atrevas a decirme nada que hace frío y no pienso apagarlo”. No pude contener una cierta ira y contrarresté lo que consideré una afrenta con un pedo largo, silencioso, mimético en su avance, de carácter asombrosamente expansivo; una bomba química, sigilosa, letal, asfixiante. La señora arrugada, impedida ya la respiración a causa del agobio causado por las neurotoxinas de mi expulsión, apagó de golpe su cigarro contra la pared de cristal, me vio y me llamó “cerdo”. -Querida señora arrugada- le contesté siguiendo el estándar de amabilidad iniciado por ella. -un pedo no es más que pequeñas cantidades de hidrógeno, dióxido de carbono y metano; estas sustancias en cantidades extremas podrían ser peligrosas, pero en la infinitésima cantidad en que las acabo de producir sugerir un efecto dañino resultaría ridículo e irrisorio; sus vías respiratorias están idénticas tanto antes como después de mi pedo; por el contrario, el humo de su cigarro contiene, mi arrugada madame, alquitrán, monóxido de carbono, óxido de nitrógeno, cianuro de hidrógeno, amoniaco y algunos compuestos radioactivos entre otros. Mi pedo es tan sólo un David enfrentado a un muy incrementado Goliat. Y usted acaba de llenarme los pulmones de porquería esta mañana.- Pensaba continuar y darle el tiro de gracia con un pedo más que rascaba ya mis entrañas, pidiéndome salir cual bebé que patea el vientre materno antes de nacer, pero afortunadamente para ella llegó mi autobús; al sentarme me asomé por la ventana y vi a la señora arrugada encendiendo otro cigarrillo mientras me acribillaba a muerte con los ojos.

- Propiedades Subacuáticas -

Una burbuja bajo el agua es un vehículo que transporta su contenido hasta la superficie; al llegar a ésta el vehículo pierde su forma y esencia y libera su contenido dejándolo dispersarse e integrarse con el medio ambiente sin más restricciones ni límites que la contengan. Compartía pues yo, el pequeño jacuzzi del hotel con una pareja y sus tres hijos; de haber sido menos de 15 minutos lo habría dudado pero llevábamos por lo menos una hora y media de agradable plática y muy seguramente tenía que ser así. La pareja, de carácter profesional y educada en las artes de la ingeniería, se disponía a vacacionar a unas seis horas en carretera de ahí pero habían decidido hacer una pausa y pasar la noche en el pequeño hotel. Por mi parte yo había tenido que visitar la localidad a causa de trabajo. Los tres niños jugaban, chapoteaban, buceaban y se salpicaban entre ellos y hacia todas direcciones, de antemano los padres me pidieron disculpas con sonrisas amables y con una delicada reprobación por lo que hacían sus hijos; y fue aquí que un nutrido tema de conversación sobre las condiciones económicas y políticas del país pareció agotarse y sentí que dadas las condiciones podía ser excusado de soltarme un pedo. Evidentemente se transportó a la superficie en una enorme y lenta burbuja que ascendió bailoteando hasta liberar su carga. Quizá la lentitud de la burbuja se debió a que los tres la contemplamos reflejando la luz de las lámparas bajo el agua, ascendiendo se desarrollaba y cambiaba sus contornos irregulares al avanzar, como si el líquido no fuera agua sino aceite haciendo difícil el progreso del avance de la burbuja hasta la superficie. La pausa de la plática se hizo aún más incómoda, pero agradezco a mis interlocutores el no haber reanudado la conversación con una crítica, una queja o una ofensa sino con tranquilidad, tacto y utilizando un tono meramente investigativo aunque un tanto irónico - ¿Fue eso un pedo? - preguntó el caballero con una sonrisita maliciosa mientras su esposa buscaba un pretexto para voltear la cara hacia otro lado. A lo que contesté simplemente -Si, lo fue-, -¿Y no le da pena tirárselo frente a nosotros?- Quizá sus logros académicos lo habían hecho un hombre que no se queda callado frente a lo que le molesta pero aborda la insatisfacción con decencia y amabilidad diplomática. A lo que, en un tono un poco más filosófico, respondí lanzando también una pregunta -¿A usted no le da pena que en ésta pequeña tina de hidromasaje o jacuzzi si así gusta llamarle, llevemos por lo menos una hora y media conversando y sus tres hijos, que al parecer no tienen más de seis años, no hayan ido al baño en ninguna ocasión? Podría fácilmente inferir que los tres han ya orinado a gusto una o varias veces dentro de la tina transformando esto en un caldo de meados además de otros fluidos corporales. Mi pedo fue transportado desde el fondo, llevado a la superficie y después de ser liberado se integró ya al ambiente. Muy posiblemente haya ya sido absorbido y expulsado por el sistema de ventilación del hotel; lo que hace un minuto fue parte de mí ahora flota y se dispersa fuera del hotel libre de hacer lo que plazca a su hedionda voluntad, no está más aquí y no ha causado daño a nadie; por el contrario ha dado un nuevo tema del que conversar, y aunque cierto es que los orines de sus hijos tampoco nos han causado el menor daño, el hecho es que seguimos sumergidos en ellos, la pipí de los pequeños sigue en contacto con nosotros y se acumula con el pasar del tiempo. La mujer, quizá con deseos de refutarme, de probar mi equivocación preguntó inmediatamente a los niños si sentían ganas de ir a hacer pipí, a lo que al unísono contestaron que estaban bien y que no era necesario; la pareja intercambió miradas y al igual que los orines el silencio incómodo nos envolvió nuevamente.

No cabe duda que, permitiéndome modificar el dicho para cuadrar en contexto, es más fácil ver el pedo en el culo ajeno.

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