Saturday, January 22, 2011

Sobre la Ginecofilia y otras ciencias perdidas

Si se trata de leer las rugosidades que pueda tener la piel humana y de esa forma descifrar una serie de características de una persona, predecir el futuro, comprender el presente o descubrir el pasado, Jesús Medina no veía porqué no podían ser los pezones; esas protuberancias por naturaleza llenas de estrías y laberintos dispuestos a ser recorridos e interpretados sólo por aquél que tiene la sabiduría adecuada, oídos para oír, ojos para ver y por supuesto, manos para sentir, como él. Por supuesto, los pezones masculinos también tienen las mismas características, pero por razones biológicas que otorgan a los pezones femeninos un mayor tamaño y por lo tanto, una definición más clara de las múltiples líneas que lo conforman, así como por una atracción natural de Jesús hacia ellos, él prefería siempre los pezones femeninos; así nació la Ginecofilia, la ciencia del amor por las mujeres, y su rama más especializada: la Lectura Mamaria o “Mamolectura”, para no confundir con “mamografía”, término ya utilizado para describir otras características de dichas glándulas y que nada tienen que ver con la personalidad, el futuro, el presente, el pasado o el amor por las mujeres. A Jesús tan sólo le bastaba con rozar los pezones un poco con alguna superficie suave; podía ser la pluma delicada de un ave, las mismas yemas de sus dedos y porqué no, su hábil lengua. El pezón bajo sus sutiles atenciones se dilataría y serían evidentes entonces, para sus poderosos ojos, los porvenires más lejanos y los pasados más recónditos de las mujeres más enigmáticas. De ciertas formas y tras un largo y misterioso proceso sólo conocido por el especialista, las mujeres podían alcanzar grados elevados de algún tipo de trance, que Jesús aseguraba, era propicio para la buena lectura de los pezones. Creció su fama y como reacción natural del público se comenzó a hablar de charlatanería, pero al cabo del tiempo y del recuento de múltiples experiencias de cuantiosas mujeres que aseguraban que Jesús había en verdad, sabido revelar datos precisos y extremadamente particulares de sus personalidades, de sus presentes, pasados y futuros, se reconoció que la lectura de pezones podía ser toda una ciencia que conllevara el conocimiento previo de amplias funciones del cuerpo humano y el dominio de otras prácticas enigmáticas. Se sabía que Jesús Medina era un erudito en el arte del Tai-Chi, la meditación trascendental, la acupuntura y otras terapias, que aunque no reconocidas por la ciencia oficial no dejan de estar basadas en sabios principios. La virtud de Jesús llegó a tal grado que si alguien, por el puro afán de poner a prueba sus habilidades, le entregaba la marca de un pezón embadurnado de tinta sobre un papel blanco, tal y como si fuera una huella digital, le bastaba con estudiarla un poco para inmediatamente revelar la edad, la complexión, la raza y aún más impresionante, la personalidad y las aflicciones de la persona a la que pertenecía dicha huella. Pero como es común de la condición humana, surgieron envidias, celos, rencores e intereses vulgares que llevaron al asesinato vil de Jesús Medina. El asesino permanece hasta hoy anónimo. Jesús desapareció, y con él, su ciencia. Hasta ahora nadie ha sabido cómo lo lograba ni de qué medios se valía para llevarla a cabo. Toda su sabiduría está perdida en la oscuridad del tiempo. Es por eso, que uno de los papeles fundamentales de todos y cada uno de los hombres de esta tierra, es poner especial atención y cuidado en los pezones femeninos. Cualquier descubrimiento debe ser invariablemente compartido e inmediatamente difundido. Los secretos de la Ginecofilia y la Mamolectura deben de ser redescubiertos. Que así sea; por el bien de los hombres, las mujeres y la humanidad completa.

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