Wednesday, July 20, 2016

Después de la media noche en "Guayabitos"

Número 325 de Hipólito Fregoso, a cuatro cuadras del malecón y del antiguo puerto de “Guayabitos” donde ahora, que un emplazamiento moderno de gran capacidad ha sido construido a no mas de 3 kilómetros, impera el olvido. Algunas gaviotas tuertas aún moran en sus muelles, algunas ratas viejas y cansadas quizá, pero donde las mercancías reinan los desperdicios también y la mayoría de la fauna del inframundo se ha mudado. Las olas aun golpean las corroídas estructuras manchadas de aceite, llenas de cicatrices creadas por el fastidioso ajetreo de los barcos de antaño. Nuevos seres se apoderan del lugar, bichos diversos del mar, mejillones, erizos y crustáceos que la evolución aún no ha provisto de nombre comparten los condominios de un nuevo ecosistema marino y viscoso. Dícese del fantasma de Doña Herminia Ahumada que también deambula por el lugar; una bolsa a cuestas, evidentemente de basura, revela su contenido metálico a cada paso, imitando ella el vaivén de los barcos; éstos por el romper de las olas en sus costados, aquella por la influencia del alcohol. Murió hace menos de un año y de su costumbre era, desde que quedo viuda de Don Germán Alarcón, de ahogar decía, sus penas en un altamar etílico; y el esposo muerto, y los hijos, todas sus vidas hechas en no sé dónde del otro lado ya no la visitaban, apenas la llamaban; a veces por tres o cuatro meses. Y tenía nietos decía, y hablaba incansablemente de ellos, a fuerza de elogios los recuperaba, los hacía suyos y obligaba a vivir a sus fantasmas en casa, pero no los conocía, nunca los vio ni sintió el calor de sus pequeños cuerpos al darles un abrazo. Y pensar que hace tan sólo un año: Y que ya camina Josuecito, y que Jazmincita ya aprendió a decir “mamá”, va a aprender inglés de volada viviendo allá, ahora que por fin me visiten y los conozca, ya verá doña Celia; pero Doña Herminia no los conocerá, por lo menos en vida, que la vida se le escapa y ceremoniosamente se hunde en este altamar etílico con tripulantes y capitán a bordo; solo las ratas escapan, que quizá sean las mismas que ahora habitan en los muelles. ¿Y de las bolsas que traía por las noches a cuestas que se sabía? Que de algún lugar se las habría robado, que a alguien se las habría quitado, que de la basura lo sacó pero, a verdad decía, que del barco de madera lo había robado; ¡Pues del barco ese de madera Doña Celia! la primera vez me metí preguntando por un baño, ¡pero qué barco tan viejo y tan bonito! y no había nadie doña Celia, y estaba cargadito de tanta cosa tan bonita. Y doña Celia más por compasión que por credulidad: ¿De veras doña Herminia? ¡Que sí doña Celia! la siguiente noche ahí estaba también, me metí preguntando si había alguien, pero nuevamente nadie contestó, y me había llevado la bolsa de basura con ropa vieja para regalar, pero dejé la ropa ahí en el suelo y la llené todita de lo que mas pude. Que dios me ampare doña Celia, (La señal de la santa cruz de por medio) yo sé que eso es robar pero el barco ahí solito y una rampa desde el muelle hasta la cubierta, como invitándome a entrar ¿no Doña Celia?, y tan lleno de cositas. Y la cama de la Herminia cubierta con todo tipo de objetos antiquísimos y preciosos. Un espejo, segurito de oro, y pulseras y diademas, y unas monedas tan extrañas e imperfectas, Doña Celia esperó en vano a que alguien de pronto se quejara del robo, algún museo, algun viejo acaudalado, algún coleccionista, pero no, nada, nadita; y doña Herminia que seguía llegando noche tras noche cargada de éstos objetos hermosos. ¡Pues ya le dije que del barco de madera doña Celia! ¿Que no lo ha visto? Ahí en puerto Guayabitos como a la una de la mañana que regreso de “La Parroquia” (nombre oficial de la cantina local). Y ahí está meneándose en el muelle, rechinando la madera de la que está construido, con la rampa dispuesta, alargando su brazo de madera hasta la plataforma para que ella entre; Yo siempre pregunto por si las dudas pero ya sé que nadie nunca responde, y saco mi bolsa de basura, ahora hecha bolita a los pies de la cama de Herminia, y la lleno todita de lo que más le cabe sin que se rompa. Y se lo juro Don Gil, le cuenta doña Delia al panadero, de un tiempo para acá la casa de la Herminia es un museo, llena de objetos viejos que parecen valiosísimos, que disque los saca de un barco de madera viejo atrancado en Guayabitos. ¿Usté lo ha visto Don Gil? ¡Que la Herminia es una borracha sin remedio le digo Doña Celia! Eso lo sé Don Gil, pero ¿y las cosas que trae consigo a cuestas? Yo las he visto con mis propios ojos Don Gil; ya verá, le traeré una muestra de la evidencia, pero no quiero decir a la policía, al fin de cuentas doña Herminia es mi amiga, hace mas de 30 años que la conozco y borracha o no es tan buena la pobrecita. ¿Cómo se siente mi amorcito? Doña Herminia aún le hablaba a Don Germán Alarcón, su difunto esposo, hacía contacto con él en el más allá gracias a una foto en sepia mostrándolo con gorra de marinero y bigote tupido, Que guapo que era mi marido ¿no Doña Celia? Y la comunicación con el mas alla nunca fue tan sencilla, cero pesos el minuto la larguísima distancia. Una foto en sepia enmedio de reliquias de oro antiquísimas y aun así el objeto más preciado que doña Herminia poseía. Una retrato de su amado esposo, un teléfono para comunicarse con los muertos, una especie de “necrófono”. ¡Ay que hermosos collares! ¿Le gustan Doña Celia? Se los regalo, lléveselos, en serio. ¿De veras Doña Herminia? Usté siempre tan amable. Y allá va Doña Celia directito con Don Gil el panadero a enseñarle los collares envueltos en papel de baño. De oro definitivamente Doña Celia, y de la major calidad, y éstas piedras son zafiros rosas, son carísimas, las siguen trayendo desde el oriente al parecer. Pero un buen día para tomar un cafecito, nublado y gris, de olas alborotadas lanzando espumarajos y gaviotas gritonas, doña Celia tocó a su puerta. Ya murió la pobrecita, le di un abrazo bien fuerte la última vez que la vi; la vi tan desmejorada, tan acabada por el alcohol, ¿En serio no lo ha visto doña Celia? Pues así de madera le digo, grande y viejo, con la cola como una trompa enroscada y una cabeza de caballo por el frente; con una vela enorme a rayas blancas y rojas; pues desvélese un poquito y me la llevo mañana en la noche para que lo vea y usted también saque lo que quiera, (La señal de la santa cruz; ésta vez sobre Doña Celia que se persigna) pero la mera verdad Don Gil me dio miedito y decidí no ir con ella; ya ve que se ponía re borracha ¿y yo qué voy a andar haciendo a la una de la mañana en Guayabitos? No sea que nos saliera un degenerado y entonces si. Ya cuando la fui a buscar de nuevo ya había muerto Don Gil, avisé a la policía y ese dia la calle se llenó de gente con bata blanca después de que los oficiales sacaron su cuerpo, médicos forenses me imaginé al principio, aunque se veía que tenían un grandísimo interés por los objetos que Doña Herminia había acumulado en cada rincón de su casa; ¿Pues cómo no Doña Celia? Después supe que eran antropólogos que venían de la capital a estudiar los artículos, unos trajeados me entrevistaron por una hora. Esa misma noche me armé de valor y decidí ir a la una de la mañana a Guayabitos y ver por fin el dichoso barco por mí misma, pasé a buscar al velador, a Gonzalito que trabaja ahí en la licorería, pero estaba re dormido y no lo quise molestar mientras trabajaba y terminé llendo yo solita; pero ni barco ni nada don Gil, tan solo una ratota que me salió al paso y me pegó un susto de aquellos. Y finalmente un día, unos meses después un periódico en las manos temblorosas de Doña Celia le mostró la noticia de frente al desenvolver un manojo de perejil; luego el mismo periódico en las manos llenas de masa de Don Gil, Encabezado de letras escandalosas, como gaviotas costeras, como feria de pueblo, como “La Parroquia” en domingo por la tarde; “Objetos fenicios descubiertos en costas mexicanas”. Y las gafas de Doña Celia a media nariz, y Don Gil pegado a su hombro y balbuceando las palabras, y el dedo arrugado y de uña francesa de Doña Celia dirigiendo la lectura en la columna; “...fueron hallados en la casa de Doña Herminia Ahumada después de que una vecina la reportara como fallecida…” No escupa Don Gil! “...analizados y sometidos al carbono 14 que dio resultados positivos para clasificarlos como auténticos objetos fenicios que fueron fechados entre 900 y 700 años antes de Cristo...” Y mire, mire esto Don Gil! El dedo de uña francesa de Doña Celia casi perforando el papel periódico “...según Doña Celia, vecina y amiga de hace 30 años de Doña Herminia, la fallecida confesaba hurtar los bienes de un barco viejo de madera anclado en el antiguo puerto de “Guayabitos” del que nadie tiene conocimiento; cabe mencionar que, de acuerdo a los expertos, la descripción que supuestamente hacía la fallecida del barco coincide sorprendentemente con una típica embarcación fenicia de hace más de 2,500 años; los más de 1,300 objetos hallados en casa de Doña Herminia van desde vasijas de barro con inscripciones fenicias hasta elaboradísimas joyas de oro adornadas con piedras preciosas, que después de un detallado estudio pasarán a formar parte de una muestra permanente en el Museo de Antropología e Historia de la capital mexicana”. Doña Celia guardará de por vida el collar de oro y piedras preciosas que le regaló su amiga; Don Gil sabrá conservar el secreto. Muy amable de su parte Don Gil. El antiguo puerto de “Guayabitos” es un lugar concurrido nuevamente; de día los restaurantes y los recuerditos alusivos al misterioso barco fenicio; una foto en sepia de la nueva celebridad: Doña Herminia a sus 30 años con peinado flamboyante y collar de perlas cuelga en la entrada de un museito de la localidad que no tiene más que réplicas baratas de algunos de los objetos reales de muestra en la capital; de noche la ya tradicional “Noche Fenicia” donde la gente ya no va con el propósito real de permanecer en el lugar toda la noche con el fin de tener la suerte de encontrar el barco, sino para pasar la noche cantando y bailando entre antorchas que sirven para dirigir al supuesto barco seguramente hasta el puerto: Representaciones alusivas, atuendos de broma, niños de todas las edades que narran la leyenda, que cuentan los quién y los cómo, los por qué y los justamente aquí donde usted está parado. Los muelles carcomidos siguen siendo golpeados por olas ahora más alegres, ahora reflejando las luces multicolor de los jolgorios nocturnos. La economía local sin duda ha mejorado. El 325 de Hipólito Fregoso, la casa de Doña Herminia, es ahora un hostal de malísimo gusto pero célebre como ningún otro en la zona; “Corazón Fenicio”; Rayas rojas y blancas de fachada a manera de vela de embarcación fenicia; Un gigantesco corazón une dos marcos de oro plástico con los retratos de Doña Herminia a sus 30 años y de Don Germán su esposo con su gorra de marinero. Ni ella misma lo hubiera diseñado mejor; muy seguramente navega con su esposo en un barco fenicio cargado de objetos preciosos por los océanos de un paraíso sepia; No se cansa de decir Doña Celia; De Fenicia con amor: Una nueva leyenda mexicana.

No comments:

Post a Comment