Un reflejo
cóncavo, adherido a la membrana de sus pupilas, el del Sol que se acerca a su
ocaso tras las montañas. La mano que sobre su piel se desplaza, la cáscara
blanda de una oscura nuez del bosque, que recorre los valles y crestas de su
vejez hecha piel. Las yemas suavemente sobre los diversos pliegues y accidentes
que construyen la superficie de ese desierto accidentado, el de la orografía
dérmica que la constituye. Son arrugas de dolor, tristeza y cansancio, ahí se
guardaron las incertidumbres, ahí se esculpieron los fracasos, las
frustraciones y los enojos, se registraron los miedos, se cincelaron las penas,
pero también se barnizaron del amor y sus derivados, se embadurnaron de esperanzas,
alegrías y felicidades. La vida ha sido buena con ella y con los que ella ama. Él
la ha acompañado a lo largo de su camino y se siente satisfecha, se siente
infinitamente bendecida y sus labios en voz baja gracias, mil gracias. Su
presencia ha sido inapreciable; el camino ha sido largo y difícil, pero su
continuo e incondicional apoyo la han hecho siempre salir avante. En la puesta
de sol, también en la de su vida, ella se siente feliz y triunfadora, ahora más
que nunca confía en Él y lo siente más cerca que nunca; siente su presencia en
el aire, en la hierba que pisa, en los árboles que con el movimiento de sus
hojas la arrullan, en el agua que delicadamente limpia sus agrietadas manos
hechas de canela tostada, en los ojos de sus hijos, y en los de los hijos de
sus hijos. Ella suspira y admira el paisaje que en la vida le fue concedido. Su
bello país amurallado de verdes montañas. Un pequeño pedazo de tierra apartado
del mundo entero y rodeado de simplicidad, de sencillez, de humildad, de gente
buena. A sus espaldas está su hogar, guardando hasta en la más pequeña grieta
del madero más escondido los fantasmas de felicidad hechos de hermosos
recuerdos condensados por décadas. La vieja puerta que tantas veces se ha
abierto para recibir a los queridos y para proteger del entorno a los amados,
las ventanas por las que los ojos verdes, ahora cafés, ahora grandes o pequeños
se han asomado al exterior para ver la lluvia caer, la nieve lentamente
descender, las hojas de los árboles balancearse elegantemente o girar como
bailarinas al bajar. Los arbustos y las flores que su hombre, el hombre de su
vida ha sembrado y con dedicado esmero ha cuidado. Y sus labios en voz baja Mi
amado, el gran sabio del imperio, mi querido, que tanto bien ha traído a este
mundo. Las habitaciones, escenarios de las más bellas fantasías infantiles,
luego de las más obstinadas impaciencias adolescentes y más tarde, de la más
sosegada y sabia madurez. Y todo esto es gracias a Él, a su amor infinito, a su
bondad eterna. El sol se ha escondido ya tras las montañas, el viento ahora le lame
la cara con mil lenguas frías; y sus pies, como en un rito silencioso aprendido
de memoria, la llevan dentro de su hogar. La puerta, aquella de la que ya
hablamos, se cierra una vez más rechinando con gratitud la dulzura con la que
se le trata; ella camina hacia donde está Él. Su imagen descansa entre dos
veladoras que ella enciende con devoción; su imagen aparece bañada de dorada
luz de vela; su puño al frente, su larga capa roja desplegada a sus espaldas,
un riso de su negro cabello obstruyendo una blanca y orgullosa frente, y detrás
de Él, el azul perfecto de un cielo brillante y profundo, casi tanto como sus poderosos
y bondadosos ojos, envuelve Su bendita figura. Su pose es ésta imagen es la
tradicional, la representación clásica que se utiliza en cientos de miles
(quizá más) de altares, esculturas, retratos y demás imágenes de su persona
desde hace apenas 40 años. Él, es el salvador del mundo en turno, Él, es el
mesías del año 2440. Y ella, a sus 91 años de edad, con sabiduría lo ama.
Está
garabateado en algunos códices primitivos, probablemente fue una guerra o una
serie de ellas la que acabó con el mundo conocido del 2055. Una hipótesis
contraria dice que fue una gran catástrofe natural, o la combinación de
múltiples catástrofes relacionadas entre sí al mismo tiempo; el terremoto,
quizá, que desencadena otro de mayor magnitud y éste que produce tsunamis que
ahogan las ciudades de todo el mundo, y que a su vez chocan contra olas de lava
provenientes de cientos de volcanes reactivados con el movimiento tectónico de
placas. La hipótesis que todo lo unifica dice que, en efecto fueron catástrofes
naturales, pero provocadas tecnológicamente como armas de guerra fabricadas con
potentes emplazamientos electromagnéticos. Sea lo que haya sido, el mundo
colapsó, los sobrevivientes (menos del 11 porciento de la población de ese
momento) se despidieron en unos cuantos días de todo, de la tecnología, de la
industria y sus beneficios, de las telecomunicaciones, de los medios de
transporte, del uso del dinero y de las corporaciones internacionales, de los
gobiernos y la política, de los territorios y las nacionalidades; olvidaron
todo, hasta los dioses en quienes confiaban, a quienes oraban y hacían escuchar
sus peticiones, por quienes se sentían protegidos y aliviaban sus dolores. Se
olvidaron de la religión, de las religiones; todo volvió a ser igual que 2000
años atrás; las necesidades fueron de nuevo cubiertas de la forma más
rudimentaria. Para comer, siembra o toma la comida de los árboles, las plantas
y los animales alrededor, para protegerte de la intemperie mata un animal y
cúbrete con su piel gruesa, amarra también a tus pies algún material protector,
para defenderte del enemigo afila piedras y palos, construye fortificaciones
con rocas apiladas y corónalas con ramas de arbustos espinosos, para
comunicarte habla, grita, gruñe o has señas. Para conseguir una mujer o
conservar un hombre pelea, prepárate para matar y también para morir en
cualquier momento en manos del más fuerte, del más capaz. A esto estás
condenado por haber destruido el mundo, por lo menos el mundo moderno. Sin
embargo, el sentido gregario del hombre no cambió, por lo que al pasar del
tiempo las personas formaron tribus, y las tribus comunidades, las comunidades
se aunaron en grandes pueblos, los pueblos pasaron a ser ciudades y de todas
las ciudades juntas se formaron imperios. Como consecuencia prevista nuevas
guerras surgieron, ninguna tan mortífera como la que quedó atrás, también
olvidada al pasar de cuatro siglos; de todos los nuevos imperios formados sobre
la faz de una nueva Tierra surgió uno que resultó ser el dominante, el imperio alfa,
el que logró controlar a sus adversarios al final de las cuentas, el que se
extendió más y cubrió con sus bárbaras leyes y costumbres los territorios
conquistados. Después de la destrucción masiva 400 años antes, también las
lenguas cambiaron, nuevas torres de Babel revolvieron las palabras y las
esparcieron por el mundo restante, se le dio a unos y otros una mezcla de
diferentes tintes y matices guturales, de palabras nuevas y palabras muy
viejas, de términos compuestos con la mezcla de diferentes lenguas anteriores a
la devastación, y el imperio dominante, a pesar de todo lo logrado, de todos
los territorios bajo su control, no pudo entonces estar satisfecho con la plena
unificación de los pueblos conquistados.
Más de 2000
años atrás, quizá cien años antes de la gran devastación, había un niño de cara
triste y seria; sus rasgos: una gran colección de misterios infantiles, como un
almacén de primitivas frustraciones personales, como una pronta simulación de
la actitud facial que deberá adoptar casi por el resto de su vida; su cuerpo,
un conjunto de prematuros tejidos adiposos; él es el chico que no juega con los
demás, el que se mantiene en un rincón durante los minutos de descanso en el
colegio, el que casi nunca habla con otros niños y mucho menos con las chicas.
Él es el único hijo de una pareja disfuncional de ricos ciudadanos del mundo,
el que vive en un piso muy alto de un edificio muy moderno, al que le compraron
todos los juguetes del almacén pero nunca le dijeron que lo amaban. La mitad de
los juguetes permaneció en sus empaques, el niño de cara triste también se
guardó en silencio por largas horas, envuelto en el rugido distante de una
gigantesca ciudad a sus pies. La ventana, la gran ventana en el lujoso
departamento en el que habita, es al parecer su única amiga; es a través de
ella que los ojos se le escapan y con infantil curiosidad se clavan en
distintos puntos de la ciudad muy alejados el uno del otro. Ahí hay un auto rojo frenando en un semáforo,
detrás de él lo alcanzan al detenerse un auto blanco, otro verde, un camión del
servicio postal y un taxi como el que lo trajo a casa esta tarde. En otro punto
de la ciudad hay una señora paseando a un perro, y en parque un anciano dándole
de comer a las aves. Las metálicas entrañas de un estacionamiento coleccionan
autos en cinco pisos, y un túnel engulle con voracidad al tren que va hasta el
centro financiero. Las vidas de todo el mundo a sus pies, juntas y al mismo
tiempo separadas, dispersas, cada quién siguiendo reglas de convivencia que los
habilitan para vivir uno con el otro pero al mismo tiempo intentando evitarse
lo más posible; ahí abajo están todas las aflicciones reunidas, todos los odios
y las tristezas, todas las viejas gritonas, todos los chicos que golpean a
otros para robarles su dinero o por simple gusto, todos los padres alcohólicos
y los histéricos, también están los policías y la gente que usa traje y corbata
y camina muy de prisa, los que trabajan en las fábricas y en las
construcciones, las chicas bonitas del colegio, aquella que es especialmente
hermosa y que ni siquiera sabe que él existe. Un suspiro sirve de punto y
aparte sicológico a la concientización de su desventura. Ahora, si sigue con la
mirada el boulevard que se extiende desde sus pies hasta el horizonte y cuenta
14 calles encontrará en un costado un diminuto letrero amarillo con letras
rojas, es la tienda de comics; hace tiempo que la divisó y memorizó su
localización en el enrejado urbano, regularmente la visita y compra unas
cuantas revistas, quizá cinco, quizá diez; el dueño lo conoce bien, y aunque lo
saluda cada vez que entra a su tienda lo hace sin mucho entusiasmo, la primera
vez lo hizo pero recibió por respuesta del chico una mueca semi-amarga; ahora sabe
bien que él no es un niño que sonría, que hable con los demás, que le guste la
compañía. Siempre va sólo y revisa una por una cientos de historietas. El
hombre de acero, “Superman”, le ha dado en qué pensar, en qué desbordar su
imaginación, en qué vaciar sus deseos reprimidos; sobre todo cuando su mente se
pierde en el horizonte de la ciudad imaginando que como él puede volar, que
como él puede atravesar con los ojos todas la paredes, todos los muros de todas
las casas y los edificios, que tal como él lo hace puede llegar en segundos a
cualquier punto de la ciudad y salvar a una indefensa mujer de un par de
asaltantes, o levantar un auto con una sola mano y liberar a una pequeña niña atrapada
debajo, que con sus ojos puede derretir el metal y reconstruir en un instante
las vías de un tren a punto de descarrilarse, pero sobre todo que es libre, que
nada ni nadie lo aflige, que nada ni nadie lo detiene, que es admirado por los
buenos y temido por los malos, que viene de muy lejos, de otro planeta, que no
tiene padres, que es feliz.
En el centro
de la más poderosa ciudad las autoridades del nuevo imperio emergente se
reunieron, dialogaron sobre el entonces desunido territorio conquistado, se
levantaron sesiones y se discutió para encontrar posibles soluciones a ésta
problemática; se optó por hacer llamar a los sabios de la época para exponerles
el problema. –Por la fuerza hagan que todo el imperio obedezca- dijo uno de los
sabios poniéndose de pié y agitando fuertemente el puño agregó: -Siembren de
calamidad los caminos y las plazas, los ríos, los mares y los bosques hasta que
por miedo se haga lo que se les ordena hacer. Castigo ejemplar a aquél que
decida obstinarse a no cumplir nuestros mandatos.– -Pero el imperio ya está
conquistado, tan sólo se mantiene hablando en su propia lengua y por lo tanto
obedeciendo sólo a sus líderes locales, algunos pueblos aún conquistados se
reúsan a veces a pagar el tributo impuesto. El problema es la lengua, eso crea
una brecha entre ellos y nosotros. – respondió la autoridad. – El problema no
es la lengua – interrumpió un segundo sabio – Los miembros de las sociedades se
conquistan con las armas, pero sus corazones y voluntades se conquistan de una
forma más sutil y elegante. - -Cuál es dicha forma sabio señor- preguntó con
cierto cinismo la autoridad mayor. La junta se pospuso para una semana después.
El sabio prometió hacer traer desde su pueblo en un cargamento la solución, la
forma de arreglar el problema de la mejor forma, sin más derramamiento de
sangre, sin pérdida inútil de soldados. La fecha de la siguiente sesión se fijó
y las autoridades, los hombres de confianza y los sabios fueron nuevamente
requeridos en el palacio principal para ese día.
El niño no se
olvidó de sus historietas, pero las historietas sí se olvidaron de él, cayó
enfermo, sus glóbulos rojos iban en constante disminución. Leucemia, la
enfermedad pegada a su cuerpo como la uña a la carne. El niño en el hospital
recibió a sus padres, un día uno, otro día el otro, pero nunca juntos, también
recibió regalos, muchos otros que también corrieron la suerte de permanecer en
sus cajas por siempre. La indiferencia, la apatía, son también un tipo de
enfermedad. 40 historietas del hombre de acero apiladas sobre el buró son el
único aliento que éste enfermo puede tener, todas y cada una meticulosamente
envueltas en una bolsa plástica y ordenadas de la edición 1 a la 40. El niño
toma una, la lee, deja volar su mente y la regresa intacta a la bolsa de
plástico; así le enseñaron a ser, meticuloso, ordenado, cuadrado. El niño muere
sin importarle mucho a nadie, los padres dejan caer algunas lágrimas pero son
sustituidas inmediatamente por asuntos importantes pendientes. El niño nunca
tuvo el papel de vínculo familiar, los padres se vieron nada más que para
firmar algunos documentos en presencia de algún juez. La habitación se limpió,
se abrieron las cortinas y se dejó al sol hacer su labor revitalizante, se
aspiró, se sacudió y se acomodó, también se impregnó con esencia de pino, o de
vainilla, o de alguna flor exótica, y a la habitación sí se le dio de alta para
recibir al siguiente paciente, quizá otro moribundo, con alguna otra historia,
con otros familiares que quizá lloren más a su paciente. ¿Y las historietas?,
¿qué fue de ellas?, se les colocó en una caja y se le entregó a su madre. –Tenga
señora, los objetos de su hijo-, -Gracias doctor-, -tan sólo algunas revistas y
la ropa con la que entró al hospital. Lo siento mucho.- -¿Eso es todo?- - si
señora, tan sólo firme aquí de recibido-. La madre del niño camina sola por un
pasillo largo del hospital, entró hace unos días llevando a su hijo de la mano,
hoy sale con tan sólo una caja que será depositada en un rincón del inmenso
departamento, será en poco tiempo olvidada. La pareja, desde un principio
disfuncional, se desintegrará por completo, ella se quedará con el apartamento
y un nuevo tipo de armonía tendrá lugar en el apartamento, otras fiestas y
reuniones, mucha gente, otros hombres, otros amantes, un hombre predilecto, risas,
más risas, después llanto y sólo llanto, mucho alcohol, más amantes, éstos
menos duraderos que los anteriores, flores exóticas en lujosos floreros que se
traen y que en días mueren, flores un día radiantes y después irremediablemente
marchitas, como la vida de ella, como un cerebro separado del resto del cuerpo
flotando en una bañera con alcohol, como un cuerpo separado de su cerebro
caminando sin saber a dónde, mirando sin saber qué, besando sin saber a quién,
muriendo, lentamente muriendo. Y la caja guardada lo seguirá siendo, con o sin
polvo, su contenido intacto por años, quizá décadas. El hombre de acero
atrapado en una caja. La ciudad que se ve a través de la ventana no es la
misma, ahora está más sucia, tiene cicatrices de aerosol en sus paredes, tiene
arrugas en su concreto, está plagada de individuos nocivos, que la escupen, que
la ensucian, que le orinan las entrañas. Nadie observa ya a través de la
ventana. Uno de los amantes será también un experto ladrón, se desplazará
suavemente por la casa, con facilidad seducirá a la dama que la habita, y con dedicado
esmero corromperá una a una las puertas en su interior, encontrará las llaves y
sigilosamente revisará los contenidos de todos los compartimentos, de todos los
cajones, de todos los muebles. Este amante se topará un día de frente con la
caja, con curiosidad morbosa revisará su contenido, las 40 historietas verán
después de muchos años la luz amarillenta de las habitaciones humanas. El ladrón sabe su valor, no el sentimental,
sino su valor en dinero contante y sonante. Las historietas son ahora, décadas
después de haber sido compradas, clásicos de éste tipo de ediciones infantiles
y valen, todas juntas, unas cuántas decenas de millones de dólares. Sin
dificultad serán extraídas de la casa y transportadas hasta la puerta de un joven
y rico coleccionista, se le venderán por la mitad de su precio y tanto para el
ladrón como para el coleccionista, esto representará un jugoso negocio. Las 40
historietas del hombre de acero, tal y como el genio de lámpara, regresarán
después de cumplir varios deseos a éste y a aquél, a una prisión que parece
eterna; ésta vez la prisión será un cubo de metal reforzado con mil capas y
encriptado con un complejo código. Ni
Superman, con todo y su visión de rayos-X, pueden ver a través de los muros que
ahora lo guardan para un futuro incierto.
Cuatro hombres
de palacio cargan una pesada caja de metal hacia la sala de juntas; es
evidentemente un objeto anterior a la gran devastación. El sabio los guía por
los largos pasillos y el personal del palacio mira curiosamente la gran caja de
metal. En la sala de juntas la lista completa de invitados se ha tachado, no ha
faltado nadie al requerimiento de la autoridad suprema, todos han llegado desde
muy distintos y lejanos lugares del imperio y están reunidos en silencio
esperando tan sólo la llegada del gran sabio con la solución prometida. Se abre
la puerta y los guardias hacen entrar al sabio. La gran caja se metal se pone
sobre una suerte de mesa ante la vista sorprendida de todos. –Sabio ciudadano,
qué es lo que nos has traído- Simplemente para causar expectativa e incrementar
la importancia propia y la del objeto sobre la mesa el sabio hace una
introducción. –Hace un tiempo se me informó del descubrimiento de un objeto
particularmente curioso en mi pueblo, esto es común para mí, pues bien saben
que se me informa de todos los objetos de antes de la devastación que son de
pronto encontrados, y bien, se me hizo asistir al lugar donde el objeto había
sido desenterrado y vi por primera vez esta especie de caja que hoy les he
traído y que ahora pueden observar frente a ustedes sobre la mesa, se me había
dicho que era un objeto extraño parecido a un gran cubo de metal, el objeto,
fuese lo que fuese, me sería confiado, como todos los demás, para su estudio y
almacenamiento. Afortunadamente para mí, el consejo de sabios en mi pueblo me
había designado unos meses antes como el encargado de recuperar e investigar
los objetos desenterrados de antes de la devastación- -Porqué no se me informó
de éste descubrimiento antes que nada- interrumpió con un cierto grado de enojo
la autoridad suprema. –Porque, señor…- explicó el sabio, -muchas veces nos
encontramos con objetos similares de antes de la devastación y la mayoría de
veces no son más que máquinas antiguas rotas o utensilios diversos del uso
cotidiano de la gente de antes de la devastación. Todos estos objetos son
almacenados, clasificados y evaluados para una futura investigación. Los
pedazos de máquina que hemos encontrado son demasiado complejos para nuestro
entendimiento, son pedazos de metal muy diminutos unidos a un material
transparente y a otro que parece una resina de árbol flexible pero no pegajosa
y que no es fácil de romper. Se hace un reporte de los objetos encontrados y
después se envía ante su presencia para su conocimiento, el proceso de
encontrar un objeto hasta enviar el reporte a usted puede llevarnos unos 25
ciclos, y ésta caja que tienen hoy ustedes ante su presencia no tiene más de 15
ciclos conmigo, además de que logré sólo hasta después de 7 ciclos verificar su
contenido.- -Está usted diciendo señor sabio que éste cubo de metal se abre-
-Así es autoridad suprema, tan pronto como vi el objeto me di cuenta de que se
trataba de lo que las gentes de antes de la devastación llamaban una ¨caja
fuerte¨, y que utilizaban para guardar sus objetos de más valor. Para abrirla
utilicé varias herramientas con resultados negativos, hasta que hice una mezcla
de algunas sustancias con el polvo explosivo que desarrollaron hace tiempo sus hombres
del extremo norte del imperio, fue así que la puerta de ésta ¨caja fuerte¨ por
fin cedió. Cuando pude ver lo que estaba en el interior me quedé estupefacto,
yo había intuido que las gentes de antes de la devastación tenían formas muy
avanzadas para guardar sus memorias, pero nunca me imaginé tener en mis propias
manos evidencia de alguno de éstos artilugios. Por supuesto mantuve esto en
completo secreto e informé a las personas que habían encontrado el cubo de
metal y a los soldados que me habían ayudado a transportarlo, que se trataba de
otro objeto misterioso sin uso aparente, informé que, como los demás, sería
clasificado y almacenado para su futuro estudio.- –Basta de rodeos. Muéstrenos
de inmediato el contenido sabio señor-
El sabio se acercó a la caja fuerte y tirando un poco de una manija
retorcida pegada en el centro sobre un círculo con varias inscripciones, uno de
sus costados se abrió. La mesa entera de invitados se levantó de sus asientos
como compitiendo por ser el primero que veía el contenido de dicha caja. El
sabio sacó ocho paquetes que contenían cinco almanaques cada uno, cada paquete
estaba envuelto con el material parecido a la resina de árbol encontrado en
otros objetos desenterrados pero éste era transparente y muy fino, más delgado
y liviano que las hojas de los árboles. Con delicadeza, el sabio sacó los
primeros cinco almanaques del primer paquete y los distribuyó a los asistentes
siendo el primero la autoridad suprema. La conmoción fue lo que el sabio se
esperaba, estar ante la presencia de las memorias de la gente de antes de la
devastación era algo magnífico. Los asistentes vieron con detenimiento cada una
de las páginas de los almanaques, palparon su textura, olieron el extraño aroma
que se desprendía de cada página, gozaron en extremo los nítidos y brillantes
colores con los que estaban diseñados y sobre todo, se maravillaron con la perfecta
representación gráfica de los cuerpos y los objetos, éstos almanaques eran un
ojo puesto el pasado, más de 400 años atrás, justo en el centro de la vida de
las gentes de antes de la devastación. Los
asistentes contemplaron y manipularon los antiguos objetos con detenimiento y
en silencio de murmullos y páginas que se doblan. –Antes de que la autoridad
suprema me hiciera llamar…- interrumpió el silencio el sabio –me di a la tarea
de transcribir algunos de los textos que vienen en cada una de las viñetas de
estas ilustraciones, los copié con esmero intentando no distorsionar su
contenido en el proceso, la transcripción fue llevada a algunos de los
especialistas del imperio en letras y números de antes de la devastación, y dos
días después me dijeron que el texto que les había enviado a descifrar era
proveniente de algún tipo de historia o relato de el hombre que ven aquí, el
recuento de las acciones y virtudes de éste hombre supremo, de alguien que, en
el mundo de antes de la devastación, se daba a la tarea de salvar, proteger y
cuidar a la humanidad completa de cualquier tipo de infortunio que pudieran
tener, al parecer éste hombre supremo tenía una especie de poderes que ningún
otro hombre tenía, poseía los sentidos más agudos superando quizá los de las
bestias salvajes, las fuerzas más inmensurables, capaz de levantar pesadas
cargas con una sola mano, una rapidez que le permitía parecer estar en varios
lugares al mismo tiempo y señores, como pueden ver en las ilustraciones, éste
hombre magnífico tenía la capacidad de volar.- Tras una larga pausa el sabio
agregó: -Sin embargo, señores míos, no se precipiten a conclusiones erróneas,
pues también dentro de lo descifrado por los especialistas se encontró la
palabra ¨historieta¨, que al parecer era nada más y nada menos que un almanaque
para los niños, creado con el único objetivo de divertirlos, de desarrollar su
imaginación, de mantenerlos entretenidos. Por lo tanto deduje que éstos
almanaques, por increíble que les parezca y a pesar de la gran calidad con la
que están elaborados, no son más que invenciones, cuentos de niños, falacias,
éste hombre supremo no es más que la creación de una mente imaginativa.- –¿Daban
estos almanaques tan laboriosamente elaborados a los niños?- rompió el monólogo del sabio uno de los
asistentes a la junta. –Sí, y también por difícil que sea entenderlo, sé que
éste tipo de almanaques eran fáciles de producir y se intercambiaban por un
valor no muy alto, éstas representaciones gráficas que a nosotros nos
sorprenden y que ni el dibujante más experto de todo nuestro imperio podría
llegar a copiar eran obra cotidiana, y eran superados por representaciones
gráficas aún más perfectas y elaboradas incluso con máquinas construidas para
capturar imágenes, algo así como un ojo-máquina capaz de dibujar sobre un
lienzo la imagen que a uno se le presenta a los ojos. Es increíble la capacidad
tecnológica a la que llegaron las gentes de antes de la devastación. – La
audiencia quedó en coma, los asistentes se petrificaron en profundos
pensamientos e imaginaciones, los ojos perdidos en las texturas de las paredes,
en los patrones de diseño de la mesa y los muebles para distraer la vista y
diseñar en sus mentes las máquinas que para cada uno, podría haber hecho las
veces de un ojo mecánico y al mismo tiempo un hábil dibujante. La autoridad
suprema tosió y las imaginaciones se desvanecieron de nuevo en la sala de
juntas. El resto de los asistentes le pusieron atención y la autoridad suprema
entrelazó los dedos de sus manos sobre la mesa y mirando fijamente al sabio le
preguntó: –Todo esto es sorprendente sabio señor, pero mi pregunta es, ¿cómo
puede esto ser la solución a la situación de desunificación en la que se
encuentra mi imperio, es acaso algo que yo no haya visto o algo que aún no sepa
de estos almanaques que usted me viene a traer aquí, hay algún hechizo o
encantamiento escrito en ellos que yo pueda utilizar sobre mis gentes, qué es lo
que usted ve que yo aún no alcanzo a ver?, Le pido sabio señor, que su
respuesta sea contundente y plena, que no queden dudas sobre una idea bien
planteada y posible de llevarse a cabo, recuerde que el objetivo de ésta junta
es encontrar una solución a la desunificación del imperio y no para presumir
sus capacidades como investigador del mundo antes de la devastación.- El sabio, de muchas formas incómodo con la
aclaración de la autoridad suprema, consiguió reunir toda su paciencia, hacer
gala de la sabiduría que se le atribuía y comenzó su discurso con gran
ecuanimidad. –Señor mío, el interés que usted tiene por lograr la unificación
del imperio es también mi interés, por lo tanto, el tiempo que usted ha
depositado en mi es infinitamente apreciado, por consiguiente, me sé con la
responsabilidad de ocuparlo de la mejor forma posible para satisfacer sus
deseos, que estando yo a su completo servicio, pasan también a ser los míos.
Desde hace no menos de tres siglos, tan sólo un siglo después de la gran devastación,
cuando la gente se asentó nuevamente en lugares bien establecidos, comenzaron
nuevamente las actividades agrícolas y el desarrollo de pequeñas poblaciones
fue constante, cuando la primera generación de sobrevivientes hubo ya
desaparecido y sus hijos comenzaron a retomar lo aprendido de sus padres, las
deidades locales comenzaron a aparecer. Uno de los rasgos distintivos del ser
humano, de antes o después de la devastación, es creer en un ser superior a él.
Como usted sabe, la creencia en un ser de esta naturaleza conlleva múltiples
beneficios para el creyente, quien, seguro del poder absoluto de su deidad, le
hace partícipe de todos sus deseos y anhelos, lo pone a cargo de la resolución
de sus problemas y aflicciones, recibe amor incondicional a cambio de la propia
alabanza y los tributos que la deidad pueda requerir. Una deidad es una
almohada ideológica sobre la que se recuesta una mente atribulada y consiente
de que por sí sola, no es capaz de realizar todo lo que se propone. Una deidad
de éste tipo es un fiel y poderoso aliado en contra de todo y de todos;
responde a los ruegos, se conmueve ante las súplicas y es infinitamente
bondadoso si uno sigue las reglas que su persona pueda imponer; de lo
contrario, de no obedecer a la deidad, de desdeñarla o de incumplir los
preceptos de su doctrina uno se arriesga a padecer los más temibles dolores, a
sufrir las más terribles maldiciones por la eternidad. – El sabio hizo una
pausa, respiró profundamente, exhaló lentamente y supo que la autoridad suprema
sabía ya hacia donde iba el discurso, y lo que es más, parecía estarle
agradando la propuesta que comenzaba a dibujarse. El sabio, tomó un poco de
agua de la mitad de una cáscara seca de algún tipo de coco, la depositó
suavemente sobre la mesa y prosiguió. – La solución que yo le ofrezco mi señor,
es quizá la que usted se ha imaginado ya. La invención de una deidad que sea
tan poderosa y tan maravillosa que sea reconocida por todos como la deidad
suprema, como la fuente y la causa de todo, como la salvación y el camino
único, como el depósito de todo el amor incondicional y como la amenaza más
grave en caso del incumplimiento de sus demandas. - El sabio tomó uno de los almanaques de la
mesa, lo levantó ante la vista de todos y con el índice grueso y poderoso que
sólo un sabio puede tener señaló al hombre supremo que ahí se mostraba. -Para
unificar a su imperio señor, usted tiene que presentarlo a Él, a la deidad que dio su vida
por salvarnos a todos de la gran devastación de hace 400 años. No importa si
esto no es cierto, usted lo hará cierto; no importa si la gente nunca antes lo
vio, ante su poderosa imagen lo verá y lo creerá todo, se doblegará ante su
gran poder y su infinita bondad y se postrará a sus pies dispuesto a hacer todo
lo necesario por agradarle. Usted puede decir que la historia de ésta deidad no
comienza hoy, sino que comenzó hace 400 años cuando con su infinita fuerza y
poder nos salvó de la muerte durante la gran devastación a pesar de estar a
punto de fallecer por nuestra causa, después de salvarnos, éste ser supremo se
alejó volando y se perdió en el cielo infinito, desde donde ahora nos ve y nos
vigila. Él señor, puede fácilmente pasar como el hijo de Dios. O bien, como
Dios mismo hecho carne y hueso. Las pruebas señor, las evidencias que usted
necesita para convencer al imperio y al mundo entero de esta nueva verdad está
al alcance de su mano sobre esta mesa. Trate usted estos almanaques como los
libros sagrados, modifique los textos a conveniencia y añada sus propios
preceptos, reglas y disposiciones a seguir, difunda su imagen y su historia,
levante monumentos y erija templos de adoración. En unas cuántas décadas el imperio y su
historia habrá cambiado para siempre; los habrá quienes duden o rechacen la
nueva religión, habrá quien investigue y ponga en tela de juicio su veracidad,
pero para ese entonces el cambio será irreversible y la gente estará dispuesta
a morir por éste Dios si es necesario. Usted así será el creador del Creador,
el que reviva al Salvador, el que derrame su luz sobre este mundo y sobre todo,
el rey de un imperio unificado.
El rico
coleccionista, nuevo dueño de las primeras 40 publicaciones del hombre de
acero, de Superman, guardará con celo la caja fuerte en donde fueron
depositadas. La almacenará en un lugar seguro y secreto, dejará al tiempo hacer
su parte, como se hace con los vinos finos, se le dejará reposar y añejar, con
esto, el vino será más delicioso, su aroma más penetrante y su calidad
inigualable. Esas 40 historietas de Superman valdrán el doble de aquí en 15 o
20 años. El coleccionista sonríe y se felicita por su excelente compra, le pide
al vendedor mantenerse al tanto de alguna nueva adquisición que pudiera
interesarle y en seguida, reprende su que-hacer cotidiano. Al pasar de cada
década el coleccionista revisará el precio estimado de su colección de revistas
del hombre de acero, y celebrará su acierto. El valor de las historietas irá en
aumento exponencial, por lo que el coleccionista, siempre acaudalado y con todo
lo que el hombre de antes de la devastación pudiera desear, no necesitará
ponerlas a la venta, por el contrario, dejará pasar aún más el tiempo, tres,
cuatro, cinco décadas. A sus ochenta años el coleccionista está maravillado del
valor actual de esas revistas, sabe que su vida no dará para mucho más y estará
decidido a ponerlas a la venta en los meses por venir. Sin embargo, será
precisamente en esos meses por venir que tendrá lugar la gran devastación. El
fenómeno natural, político o tecnológico que hará que el mundo moderno colapse
y casi la totalidad de sus habitantes perezca. La gran división que separará la
historia de la civilización humana en un ¨antes¨ y un ¨después¨ de la gran
devastación. Superman, a unos cuantos
meses de salir por fin de su metálica prisión, quedará sin tal esperanza. Ahora
mismo, fuera de la caja fuerte, se escuchan ya las potentes explosiones que
habrán de acabar con éste mundo, la caja fuerte se balancea, luego se mueve
fuertemente y choca contra otros objetos, un golpe seco la abolla de un costado
y la hunde en una especie de abismo, cae a salvo en un montón de tierra quizá,
que la ha salvado de la destrucción completa, cientos de objetos caen ahora
desde arriba y la cubren, apagan el sonido, la dejan totalmente aislada y
olvidada. La caja fuerte es ahora una cápsula del tiempo que llevará al hombre
de acero intacto a 400 años en el futuro. Será hasta que unos cuantos
excavadores de la era después de la devastación se topen con ella, hasta que un
gran sabio logre con alguna especie de pólvora vencer su poderosa cerradura,
que Superman verá de nuevo la luz del día.
Han pasado 40
años desde que el gran rey, la autoridad suprema de éste imperio dio a conocer
al Mesías de hoy, en la actualidad, a 440 años después de la gran devastación,
el nuevo imperio está completamente unificado bajo esta deidad. Hay cientos,
quizá miles de templos dedicados a su adoración, hay millones de imágenes que
penden de ventanas, puertas y muros, hay esculturas y representaciones
artísticas para alabarlo y glorificarlo. Hay estudiantes de la fe que estudian
y aprenden a dibujarlo, a moldearlo en barro y a pulirlo en madera. Hay músicos
que lo hacen mil cantos y poetas que lo convierten en hermosas palabras. Hay
festividades y varios días al año especialmente dedicados a Él. Los niños
juegan a ser cómo Él, se dejan caer un rizo del cabello sobre su frente y
fingen volar, los adultos lo adoran de mil formas distintas. Todo el mundo sabe
que Él existió desde siempre y que está atentamente observando desde los
cielos, a donde se fue después de salvarnos. Se le llama el Superman, el hombre
de acero, pero también se le llama El hijo de Dios, el Salvador, el Mesías.
Durante las
semanas subsecuentes a la reunión en donde el sabio develó el contenido de la
caja fuerte, los presentes fueron poco a poco asesinados por la autoridad
suprema. Era imperante mantener el secreto. Sólo el sabio conservó la vida
salvado por la valía de su sabiduría. Fue necesario seguir sus consejos para
dar a conocer al nuevo mesías, era necesaria su presencia para garantizar el
buen funcionamiento del plan, y para evitar cualquier contratiempo, también
para dar la cara ante cualquier situación imprevista o interrogante popular,
fue el sabio quien dio mil discursos sobre cómo fue que los almanaques sagrados
fueron entregados al rey en lo alto de una montaña, sobre cómo el hijo de Dios
le encomendó en persona llevar la verdad a su imperio, sobre cómo fue que el
hijo de Dios nos salvó a todos de la gran devastación a pesar de poner en
riesgo su vida, sobre cómo después de salvarnos subió al cielo de donde ahora
nos mira, sobre porqué la fe de ésta y solamente ésta deidad debe ser celebrada
y sus preceptos acatados. El sabio siguió al pié de la letra las instrucciones
de la autoridad suprema so pena de muerte, de él o de sus familiares cercanos.
Tres décadas después el rey, la autoridad suprema del imperio fue asesinada. El
secreto de lo que sucedió 30 años atrás en aquella junta de consejo quedó
solamente en manos del sabio quien vio, no sólo como inútil sino también como
perjudicial, la revelación de la verdad. La gente tiene hoy su Mesías y vivirá
en relativa paz basando sus vidas en sus preceptos quizá por 20 siglos más. No
es necesario destruir la fantasía popular, sería cruel e inhumano. Quince años
después, en su lecho de muerte, el sabio reposa y respira con dificultad en la
cama de una habitación bien iluminada. De sus paredes cuelgan las imágenes de
El Superman y a su lado descansa una especie de biblia con sus imágenes y
preceptos. Los doctores se le acercan, hablan con el sabio y le dicen, tenga fe
en Él que lo está esperando en el cielo. El sabio queda por horas callado
naufragando en un mar de ideas y recuerdos. Su esposa viene a su mente, su
pequeña casa escondida en un valle, los momentos gratos que pasó ahí. Los
árboles que él plantó en la entrada, sus hijos, sus nietos. Varios doctores y
enfermeras entran en su habitación y lo encuentran balbuceando. Sabio señor,
cómo está, cómo se encuentra, le tocan la frente, una enfermera le soba
tiernamente las manos. En voz áspera el sabio responde Bien, tan sólo un poco
curioso sobre lo que ha de ser, sobre lo que ha de pasarme. Otra enfermera
cambia las flores del rincón. El doctor sostiene fuertemente su mano. La fe mi sabio
señor, debe mantener la fe, no deje que su estado físico destruya la fe. El
agua de las flores anteriores huele mal, la hacen cambiar. Dicen que así fueron
las últimas palabras del sabio: La fe no se crea ni se destruye, sólo se
transforma, se adapta, se adecúa a las nuevas condiciones de la civilización en
curso, y se le da el rostro adecuado para su presentación ante la gente.
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