Friday, August 3, 2012
La malparida
Ésta es la suya, y aquí tiene la suya, son pesadas, sí, pero igual tienen que ponérselas; huele a azufre, que si así huele imagínese cómo se ve. Amanda se la pone, Rodrigo también, y si se me cae, asegúrese de sujetarla bien por detrás, más les vale y no se les caiga. Pues miras para el suelo mensa, dice Rodrigo y Amanda, ay bueno ya. Amanda y Rodrigo entran con las pesadas gafas de soldador bien puestas, las manos aún sujetándolas, como para asegurarse de que no se caerán a la mitad del camino. Una decena de personas más hace lo mismo. Por aquí, pregunta Amanda y el guía, no a su derecha, y que camine de frente, hacia donde está el letrero. ¨Medusa¨ dice ahí, es un letrero rojo que brilla en la oscuridad, como el de ¨salida¨ en un cine. El olor a azufre incrementa, la oscuridad lo es cada vez más. El guía abre con un interruptor una pesada cortina roja. Detrás un enorme y grueso cristal, como una gigantesca pecera sin peces. Detrás del cristal rocas, y ramas, y tierra, y un muro altísimo alrededor con una reja hasta arriba, Dónde está, no la veo, expectantes los ojos detrás de las gafas buscan con afán su objetivo, las ramas secas, y las grises piedras frías y muertas, y las cadenas y los desperdicios óseos quebrados, todo bañado en tenue luz roja de prostíbulo. Está ahí, en el fondo señala uno, reacomodo súbito de posiciones, los cuellos estirándose lo más posible sobre el hombro del de enfrente, detrás de un arbusto de rocas secas está la Medusa, la mera mera, la vieja horrenda con la cabeza llena de serpientes, ya la vi ya la vi, está caminando la cabrona, ya nos vio ya nos vio, es toda gris la puta, sus ojos brillan ya viste, hasta se me revuelven las tripas, sigue avanzando, viene para acá, se está acercando a nosotros, desde atrás del público un ¡shhh!, y desde el frente un callado: pinche vieja mamona, y ahora en voz baja, en voz de aire rosando los tejidos guturales, Ay Rodrigo, no mames, vámonos de aquí, y Rodrigo, ahora te aguantas collona, estuviste chingue y chingue de venir aquí ahora te jodes. Y la Medusa caminando lento, como robotizada, como haciendo una diabólica rutina de taichí. Se llena la recámara de silencio, ojos de Medusa de un lado del vidrio, ojos de público del otro, los primeros preguntándose porqué no causa efecto su mirada sobre las víctimas, los segundos diciéndose unos a los otros, pero cómo está fea la malparida, ya abrió la boca, Amanda y Rodrigo también, está jadeando, y se acerca aún más al cristal, lentamente pone sus manos extendidas sobre la superficie, uñas largas, llagas profundas, piel gris de plastilina seca, el público se echa atrás inconscientemente, el guía baja el interruptor y la cortina se cierra lentamente, el público intenta obtener los últimos segundos de la horrenda visión, cuando se cierra por fin la cortina, el público se da por satisfecho. La viste, siento que se me metió en el alma, esta noche no podré dormir, cuál es el que sigue, Rodrigo saca el mapa, Amanda echa sobre él un halo dorado de luz artificial de lámpara de bolsillo, y Rodrigo sigue la ruta con un torcido dedo. Es el cíclope, en la parte superior del mapa se puede leer: Zoológico Nacional de Bestias Mitológicas.
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