Sunday, August 7, 2011
Crónicas (rete) marcianas
Una de las dos máquinas itinerantes fue la que finalmente logró taladrar lo suficientemente profundo para llegar a la segunda capa del subsuelo. Ya lo saben, las órdenes que se le daban al aparato tardaban media hora en llegar desde la Tierra hasta Marte, y la respuesta, de igual forma, media hora de regreso; así que fue un largo proceso que requirió de la paciencia adecuada de los científicos y técnicos que las operaban a distancia. Cientos de profesionales y demás personal, habían ingerido kilogramos enteros de sus propias uñas durante los meses anteriores esperando esos momentos. Los monitores de mil dispositivos mostraban en todas las salas del gran complejo astronómico, las imágenes provenientes desde millones de kilómetros de ahí, directamente de la superficie del planeta rojo donde se había posado la máquina itinerante un par de meses atrás. Se programó de inmediato a la máquina, para que insertara en un pequeño receptáculo una muestra del obscuro material proveniente del subsuelo y, descomponiéndolo en sus elementos más básicos, lo analizara. Los resultados preliminares después de un día de arduo trabajo de programación a distancia, fueron que la mezcla extraída de las entrañas de Marte era una concentración rica en aceites vegetales, prueba irrefutable de que ahí había habido vida o podría aún haberla en forma de microorganismos, también se encontraron proteínas y carbohidratos, aparente y asombrosamente, muy similares a algún producto que pudiera ser ingerido por el ser humano, alguna especie de alimento. Se supo así, no sólo que las entrañas de Marte no eran sólidas sino blandas, de consistencia viscosa y muy pegajosa, sino que, muy posiblemente, sus ingredientes eran digeribles por un humano común y hasta resultarían energéticos. El descubrimiento llegó hasta ahí en ese entonces, y mil conjeturas científicas y también románticas aparecieron en todos los medios masivos de comunicación en los años subsecuentes. Fue hasta cien años después que la primera colonia de humanos fue enviada para poblar este planeta. El material bajo la superficie se revisó por fin de forma directa por la mano del hombre mismo, y no a través de máquinas teledirigidas. No fue difícil reconocerlo, de aceptarlo pero sí de creerlo, de corroborar por fin lo especulado por sólo unos cuantos científicos que se habían atrevido a sugerirlo a pesar de poner en riesgo su reputación. Así es niños, la próxima vez que estén caminando sobre la superficie de Marte, acuérdense que lo hacen sobre un gran pastel de chocolate.
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